Durante décadas nos acostumbramos a escuchar esa frase que afirma que los niños son el futuro del país. Pero más que palabras, ese anhelado futuro se crea con decisiones y con hechos. Poner a los “niños primero” debe ser prioritario, pero la realidad todavía nos muestra desafíos como los altos índices de vulnerabilidad infantil, las brechas educativas y la falta de tiempo de calidad en las familias. Las cifras son elocuentes: según Unicef (2024), 1 de cada 4 niños en Chile vive en situación de pobreza multidimensional, y más del 30% manifiesta sentirse estresado o ansioso de forma frecuente (Minsal, 2023).
Como sociedad, tenemos una deuda en el bienestar integral de los niños y niñas. Esta brecha se refleja, por ejemplo, en la asignación de recursos y en la coherencia de las políticas públicas. Las inversiones por niño son significativamente menores en comparación con otros países de la OCDE, y muchas veces las medidas en beneficio de la infancia quedan entrampadas por diversas razones. Poner a los niños primero requiere más que buenas intenciones: exige, coherencia, colaboración y coordinación en torno a este gran propósito.
Pero, ¿en qué consiste ese bienestar integral? Es fundamental ampliar la mirada más allá de lo académico. No podemos medir el desarrollo de un niño sólo por sus notas o resultados estandarizados, tenemos que ampliar el análisis hacia su desarrollo emocional, creativo y social. Por eso abogamos por una educación que cultive la curiosidad, el asombro y la creatividad. Estudios del Banco Mundial y de la OCDE respaldan que la educación artística y experiencial no son accesorios, sino una necesidad fundamental que mejora el pensamiento crítico, el sentido de pertenencia, la empatía y la capacidad de colaboración. Formar humanos integrales es la base para alcanzar una sociedad sana.
En este camino, es crucial cambiar el paradigma: hay que dejar de ver a los niños como beneficiarios pasivos de nuestras decisiones y en cambio, visualizarlos como protagonistas activos de su propio desarrollo. Esta tarea no corresponde sólo a los padres, las escuelas o el estado. Es una corresponsabilidad de la comunidad completa, en un ecosistema educativo que incluye a las familias, las organizaciones sociales, las comunidades culturales, las empresas que deciden apoyar espacios de aprendizaje creativo y las políticas gubernamentales de largo plazo.
Desde nuestro ámbito, hemos podido comprobar cómo los programas donde se involucra a la comunidad, tienen el poder de transformar barrios y fortalecer vínculos sociales. Educar es, en esencia, un acto colectivo y cada año vemos ese impacto en los niños y niñas que llegan por primera vez a los talleres. Al principio, muchos se ven tímidos y reticentes, pero con los vínculos y espacios adecuados se vuelven más seguros y confiados consigo mismos y con el entorno. Imaginemos cómo influirá positivamente esto en su vida adulta, e imaginemos ahora qué pasaría si la participación en este tipo de iniciativas fuese mucho mayor y a nivel nacional.
El psicopedagogo italiano Francesco Tonucci, mundialmente reconocido por su particular enfoque sobre la infancia y la educación, plantea que los niños tienen derechos y necesidades, igual que un adulto, y que deben ser reconocidos como sujetos con voz propia y capacidad de decisión. Cuando escuchamos genuinamente a los niños, su creatividad y su mirada pura, el futuro se vuelve indiscutiblemente más humano, asegura. En el Día Mundial de la Infancia, recordemos y abracemos reflexiones como las de Tonucci, quien además promueve la idea de que los menores puedan recibir una educación que desarrolle sus capacidades y habilidades, y que la ciudad se convierta en un espacio de aprendizaje y seguridad para todos.
Creemos que una sociedad que cultiva la curiosidad, la creatividad y la empatía desde la infancia, está invirtiendo en su mejor versión. Decir que los niños son primero no basta. Hay que demostrarlo en cada presupuesto, en proyectos urbanos, plazas, parques, comercios, en cada aula, en cada política pública y en cada decisión familiar y comunitaria. Cuidar la infancia no es una causa más que añadir a la lista, es la forma más profunda y verdadera de construir un mejor país.
Antonia Anastassiou, Directora de Comunicaciones y RRPP de Fundación Mustakis