Gaza: Dos Años de oscuridad y un horizonte de tinieblas

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Leonardo Quijarro2


Este 7 de octubre se cumple el segundo aniversario desde que se iniciara el conflicto entre Israel con el grupo islámico Hamás que gobierna el pequeño enclave palestino en la costa del Mediterráneo de la Franja de Gaza, conflicto que se iniciara con el irracional ataque de milicianos de Hamás contra civiles y militares israelís en suelo de Israel, a los que se sumaron la captura de rehenes, de los cuales, a la fecha, algunos aún se encuentran retenidos; y el posterior ataque de las Fuerzas de Defensa de Israel contra el citado espacio territorial, el que ha costado a la fecha, en cifras de la autoridad sanitaria de la franja de Gaza, cerca de 65.000 muertos.


En estos dos años ha habido reiterados intentos de avanzar y alcanzar algún acuerdo de paz; sin embargo, ninguna iniciativa ha prosperado dado lo extremo de las posiciones y exigencias de las partes.


Asimismo, en estos dos años de conflicto, éste se ha ampliado a otros actores y otros países, como lo han sido los grupos islámicos de Hezbollah en el Líbano y los Hutis desde Yemen. De igual forma, no se puede olvidar el enfrentamiento entre Israel e Irán que, después de acciones parciales, desencadenó en la denominada “Guerra de los 12 días”, en la que participó Estados Unidos de Norteamérica, y que tuvo el propósito de detener el programa nuclear iraní.


En medio de esta realidad, la diplomacia se ha manifestado, una vez más, a través de una nueva propuesta de paz, la presentada por el presidente Donald Trump, que, aunque ambiciosa, ha desvelado más las líneas rojas del conflicto que un camino real a la tranquilidad. Este panorama sombrío se completa con un evento que, lejos de ser un simple gesto humanitario, puso en evidencia la complejidad de la guerra de narrativas: la Flotilla Global Sumud, que suponía el transporte de ayuda humanitaria, pero, según lo informado por diferentes medios los últimos días, estas embarcaciones se encontraban con sus bodegas vacías.


La propuesta de paz del presidente Trump, con sus 20 puntos, ha generado diferentes reacciones. Su eje central es el cese inmediato del conflicto a cambio de una Gaza "desradicalizada" y sin amenazas para sus vecinos. El plan exige a Hamás, la liberación inmediata de rehenes y el desarme total, a cambio de la liberación de cientos de presos palestinos. Además, contempla la instauración de una "Junta de la Paz", presidida por el mismo presidente Trump, y que también integraría el ex Primer Ministro Británico Tony Blair, buscando, a través de ella, la reconstrucción económica y la gestión administrativa, en forma temporal, de la Franja de Gaza.


Para Israel, la eliminación de la amenaza de Hamás es la precondición esencial para cualquier acuerdo. Sin embargo, para el grupo islámico, el plan se percibe como una imposición. La omisión de una ruta clara hacia un Estado Palestino y la demanda de desarme antes de cualquier logro político, convierte la propuesta, en lo que algunos han entendido, en una "paz de rendición". La liberación de rehenes y la ayuda humanitaria se utilizan como palancas para desmantelar la estructura de poder de Hamás, sin ofrecer una solución duradera a las aspiraciones nacionales palestinas.


La respuesta de Hamás al ultimátum del presidente Trump fue, estratégicamente, ambigua. Aceptó los puntos relacionados con el alto el fuego y el intercambio de rehenes y prisioneros, un gesto que el propio presidente interpretó como una señal de que estaban "listos para una paz duradera", e incluso lo impulsó a pedir a Israel detener la ofensiva. No obstante, Hamás se mantuvo firme en el tema clave: el desarme. La cúpula del grupo enfatizó que la discusión sobre "entregar las armas" solo es posible una vez que se establezca un Estado Palestino independiente. Esta negativa a desarmarse expuso la fragilidad de la propuesta para lograr una paz integral. Hamás entendió que, aceptar una tregua para liberar a sus presos y ganar tiempo para la reconstrucción podría ser una victoria táctica, pero renunciar a su capacidad militar sería su disolución política. El resultado es un acuerdo a medias que congela el conflicto, pero no lo resuelve.


Dos años después, este nuevo intento por alcanzar la paz aparece como un parche forzado por la urgencia de los rehenes y la devastación que afecta a la población gazatí. La respuesta de Hamás por su parte, hace que el potencial de violencia se preserve. Y los eventos como el de la Flotilla Global Sumud demuestran que, en Gaza, incluso los actos de supuesta "ayuda" están profundamente imbuidos de intereses ajenos y particulares, que aprovechan solo la visibilidad que otorga el drama humanitario de este conflicto.



Para alcanzar una paz duradera, es imperativo que la comunidad internacional se centre en dos ejes: garantizar el flujo de ayuda humanitaria, sin ambigüedades ni agendas ocultas, y presionar por un verdadero horizonte político que respete las necesidades de seguridad de Israel y el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino. De lo contrario, estos ciclos de treguas y reignición en la confrontación están destinados a repetirse, condenando a Gaza a una oscura continuidad.


Leonardo Quijarro S. 

Profesor Residente Academia de Guerra Naval

Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)

europapress