América Latina concluye el año con un balance de inversión positivo, a pesar de los retos globales derivados de la desaceleración económica y el aumento de la volatilidad. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la inversión extranjera directa (IED) en la región creció un 8% respecto a 2024, alcanzando alrededor de 226 mil millones de USD, impulsada principalmente por los sectores de energía, minería, tecnología e infraestructura.
“Este desempeño refleja una combinación de cautela e interés, ya que existen oportunidades significativas para quienes operan con disciplina, información confiable y gestión de riesgos”, afirma María Agustina Patti, estratega de mercados financieros para Latinoamérica en Exness. “Aunque el entorno económico sigue siendo difícil, con un crecimiento moderado, presiones fiscales y fluctuaciones en los tipos de cambio, la región continúa ofreciendo oportunidades atractivas para los inversionistas que priorizan la diversificación y la transparencia”, añade.
Durante el presente año, América Latina demostró una notable capacidad de adaptación frente a un escenario global marcado por la desaceleración económica, inflación moderada y ajustes monetarios graduales en las principales economías.
Aunque la evolución no fue homogénea en toda la región, América Latina mantuvo su atractivo gracias a su diversidad productiva y el avance de sectores estratégicos vinculados a la transición energética y la relocalización industrial (nearshoring). Algunos mercados continuaron fortaleciendo su posición como destinos estables, mientras que otros experimentaron mayor volatilidad, pero mostraron signos de recuperación en áreas como infraestructura, energía y minería.
América Latina se reafirma como un destino estratégico para la inversión global
Estos flujos también reflejan el impulso generado por el auge en minería y energía. Esto fortaleció el consumo en servicios industriales, transporte y logística debido al aumento de la demanda por insumos, maquinaria y soluciones tecnológicas relacionadas con la extracción y exportación de materias primas.
Este dinamismo ha generado un efecto multiplicador en los servicios financieros, con proyectos de inversión y una mejora en las herramientas de cobertura cambiaria.
A nivel financiero, el dinamismo observado responde no solo al interés internacional, sino también al fortalecimiento interno de los ecosistemas locales y al rol que han asumido las plataformas digitales y las empresas fintech para facilitar el acceso a los mercados globales.
Para la segunda mitad de 2025, los inversores institucionales adoptaron una postura más cautelosa ante la persistencia de altas tasas en economías desarrolladas y un dólar fortalecido, lo que incrementó la selectividad en los flujos hacia la región.
Esta dinámica favoreció proyectos con alto impacto productivo y redujo el interés en inversiones de mayor riesgo, reforzando la tendencia hacia portafolios más conservadores y sustentables.
De cara a 2026, América Latina se perfila como un mercado de sólidas oportunidades, impulsado por la transición energética, la digitalización de servicios y la consolidación de proyectos vinculados a minería, infraestructura y energías renovables.
La región avanza hacia un contexto de mayor estabilidad macroeconómica y una normativa financiera más madura, lo que podría fortalecer la confianza del inversor y atraer capital hacia instrumentos diversificados como monedas, materias primas, acciones e índices, especialmente en economías con políticas más previsibles.
En este contexto, una gestión disciplinada del riesgo, el acceso a información verificada y la adaptabilidad serán claves para capitalizar las oportunidades del próximo año.