Un reconocimiento meritorio

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Luis Riveros ok

Hace algunas décadas, Venezuela era un país próspero y se ubicaba a la cabeza de los países latinoamericanos en materia de estabilidad económica, crecimiento y exportaciones. Se le consideraba un país muy atractivo para la inversión, y no solamente en la industria petrolera sino en varios sectores económicos beneficiados por un ambiente de estabilidad, adecuada conducción de los asuntos económicos, especialmente por un sector público dominado por estabilidad y visión de futuro. Era, posiblemente, el país latinoamericano que podía saltar al mundo desarrollado en un plazo de tiempo acotado. Sus universidades se distinguían por una investigación sólida y relevante, aprovechando su cercanía con los EE.UU. y sus históricas relaciones con Europa. Todo eso, conjuntamente con un aparato educacional bien consolidado, con una buena educación pública, le constituía en un país que también progresaba en materia distributiva, a pesar de una todavía marcada desigualdad. El crecimiento permitía observar con esperanzas ese marco de desarrollo humano que le permitiría acceder con propiedad al mundo del desarrollo.


Pero vino la noche, de manos del populismo. Explotó los problemas que prevalecían, especialmente en lo social, pese a los progresos que se habían observado. Se redujo el problema a la necesidad de un cambio en el marco político, con un discurso atrayente sobre la base de plataformas económicas inviables. Se reformó el marco político para dar salida más expedita al proyecto de socialismo construido sobre bases ideológicas, más sin habida consideración de la realidad económica concreta que existía en el país. Poco a poco la contradicción entre ideología y realidad, edificada sobre la base de discursos de inspiración populista capaces de atraer a los más modestos, se fue haciendo evidente. El gasto público se desbordó, la productividad disminuyó y la inversión simplemente se desplomó atemorizada por las alicaídas expectativas económicas. Y como sucede en todos estos casos, la distribución del ingreso empeoró, alentada por un creciente desempleo que no logró recuperarse con los discursos. El país se encaminó firmemente hacia una dictadura mantenida merced el engaño y el control de las fuerzas armadas. Los resultados económicos no se hicieron esperar, especialmente marcados por una hiper inflación que en los últimos cuatro años solamente, ha promediado cerca de 200% con un déficit público permanente cercano al 10% anual.


El drama humano de este experimento socialista siglo XXI es digno de subrayar. El desabastecimiento y la desocupación han prevalecido abiertamente, y con ello se ha impulsado una emigración que alcanza a millones de personas. El sufrimiento ha ido aparejado con el control militar y policial, y son miles las denuncias por violaciones a los derechos humanos. No existe siquiera la posibilidad de manifestarse electoralmente, puesto que la última elección presidencial estuvo marcada por un vergonzoso fraude. Y la situación no cambiará: para este año se espera una inflación de más de 100% y una nueva caída del producto, negando toda esperanza de una mejora en la situación social.


Frente a este desolador panorama se ha erigido la voz de una mujer que, desde hace ya bastante tiempo clama por un cambio de fondo en esta triste situación. María Corina Machado ha sido perseguida y castigada por su valiente actitud anti-dictadura. Ha sido la verdadera promotora del regreso de la libertad al país cuna de tantos egregios latinoamericanos, partiendo, por supuesto, por don Andrés Bello. Ha clamado por el retorno a la democracia, para que así Venezuela pueda retomar su historia, y mirar al futuro nuevamente con la dignidad que debe ser reflejo de una necesaria transición a la democracia.


Nada más merecido que este Premio Nobel de la Paz por la lucha incansable de esta mujer para devolver a su pueblo al camino hacia un mejor futuro. Un orgullo estar entre los patrocinadores de su candidatura para este reconocimiento.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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