Pura confrontación

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Luis Riveros

La llamada “política de los acuerdos” que predominó en la década de los noventa, fue factor decisivo para que Chile obtuviera los mejores resultados en toda su historia económica y social: la pobreza descendió drásticamente, mejoraron los indicadores de distribución del ingreso, predominaron los equilibrios macroeconómicos fundamentales y tuvo lugar una significativa y exitosa apertura comercial y financiera. Este fue un acuerdo generalizado, del cual se excluyó solamente el partido comunista, pero no lo hizo la izquierda que permaneció dentro de la Concertación de la época. Predominó la paz social, en la misma medida en que la población apreciaba los esfuerzos sostenidos en pos de la equidad social y el progreso económico. Articulado de manera sólida y responsable (en tiempos en que habría sido posible un discurso puramente populista) trajo estabilidad y progreso al país. Constituyó esta experiencia un ejemplo determinante del poderoso efecto del diálogo, del entendimiento construido en torno a un plan de acción, a un programa con metas definidas.


No fue un caso excepcional en nuestra historia económica y política, Hay varios otros casos relevantes en que predominaron los acuerdos, para así favorecer el progreso del país. El primero a destacar es el caso de la ley de Educación Primaria Obligatoria, que contó con oposición pero que logró, después de muchos años de tramitación y fruto de un esfuerzo concertado, ser aprobada. Un segundo caso fue la aprobación del nuevo texto constitucional en 1925, y que permitió instaurar temas claves en nuestra institucionalidad, superando los problemas asociados a la mantención de la vieja constitución de 1833. Requirió liderazgos sólidos, estrategias bien diseñadas y acuerdos sobre cuestiones fundamentales, como por ejemplo la separación iglesia-estado. Un tercer ejemplo radicó en la década de 1930, cuando fue necesario acuerdos políticos para que el país pudiese enfrentar la crisis económica mundial, y el ministro Ross Santa María pudiese llevar a cabo un severo programa de estabilización. Y también, posteriormente, cuando el Presidente Aguirre Cerda llevó adelante la iniciativa de industrialización y se creara la CORFO. Dos pasos fundamentales que envolvieron propuestas y liderazgos para asumir los costos y beneficios. Aún un cuarto ejemplo se asocia al gobierno de Ibañez, cuando el país necesitó un programa de estabilización de precios, frente a una resistente inflación. Y aún más adelante, cuando se aprobara por unanimidad en el Congreso la llamada “nacionalización” del cobre propuesta por el gobierno de Allende. Todos estos casos, que destacan por su gran significado, al igual que muchos otros que dominaron nuestro tránsito histórico, muestran como la existencia de diálogo y acuerdos puede actuar de manera significativa en beneficio del país.


Los ejemplos anotados requirieron de liderazgo para impulsar el diálogo sobre la base de proyectos de acuerdo. Y también de una clase política capaz de entender la significancia de ceder para dar paso a algo mejor. Son cosas que se denotan faltantes hoy en día. El liderazgo para incentivar acuerdos sobre la base de propuestas trascendentes parece haber desaparecido. Desde la Moneda se observan ataques y controversias, con un marcado acento cortoplacista que no hace bien al país. Pero, lo peor, es que no ofrece la convicción de avanzar en propuestas sólidas y viables. Y desde el Congreso lo menos gravitante es, al parecer, el contar con propuestas trascendentes y una legítima voluntad de diálogo. Los partidos políticos, otrora verdaderos centros de pensamiento para una democracia efectiva, están hoy marcados por el desprestigio y la ausencia de ideas diferenciadoras y de relevancia para el largo plazo de Chile. Todo esto daña la democracia y genera el desprestigio de la política en el que se están educando las nuevas generaciones porque, frente a los amenazantes problemas que nos afectan, existen escasas ideas viables y poca voluntad de acuerdos. Así como antes predominaba un espíritu de acuerdos, hoy parece imponerse el camino de la pura confrontación.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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