Logística: la industria que tensiona la planificación urbana

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AMERICO IBARRA (1)

En las últimas décadas, Chile ha sido testigo de un crecimiento explosivo de la industria logística (USD36,86 mil millones) con una tasa de crecimiento del 6,2%. Los datos conocidos indican que son 92.404 las empresas que declaran pertenecer a esta industria, experimentando un aumento del 19% en estos últimos cinco años. Las mismas absorben a 251.770 trabajadores y de estos 130 mil lo hacen en Mipymes. Los datos del observatorio logístico también dan cuenta de 314.569 vehículos de carga al año 2024.


El auge del comercio electrónico, la expansión de los puertos y la centralidad estratégica del país en la red de suministros del Cono Sur han catapultado esta actividad a un lugar protagónico en la economía nacional. Sin embargo, este desarrollo ha sido vertiginoso y, muchas veces, disociado de la planificación territorial y urbana. El resultado: autopistas y ciudades colapsadas, periferias fragmentadas y zonas de sacrificio territorial camufladas tras centros de distribución “eficientes”.


La logística requiere espacio: suelo barato, accesibilidad vehicular, conectividad con nodos productivos. Pero esta demanda no ha sido acompañada por una política pública que integre estos requerimientos dentro de un modelo sostenible de ciudad. ¿Dónde se instala un centro de bodegaje? ¿Qué pasa con las comunidades colindantes? ¿Qué infraestructuras se priorizan y cuáles se degradan? En ausencia de respuestas coordinadas, la lógica del mercado ha definido, con brutal eficiencia, los nuevos paisajes urbanos: periferias saturadas por tránsito pesado, zonas rurales absorbidas por extensas plataformas logísticas, y centros urbanos tensionados por intensos flujos de tránsito de mercancías que se suman al ya agobiante desplazamiento del transporte público y particular


La Región Metropolitana ofrece un caso paradigmático. En comunas como Quilicura, Pudahuel o San Bernardo, los parques industriales avanzan sobre suelos antes agrícolas o residenciales, generando conflictos ambientales, colapso vial y deteriorando la calidad de vida del sector. La ruta 68 colapsada al igual que las rutas internacionales hacia Argentina y el resto del continente, son algunos otros ejemplos paradigmáticos. El problema, sin embargo, no es la logística en sí, sino la falta de planificación estratégica que no sólo articule su crecimiento con principios de equidad territorial, resiliencia urbana y justicia espacial, sino que también con la mayor y mejor oferta de servicios especialmente públicos en el caso de las rutas de tránsito internacional de mercancías.


La planificación urbana en Chile está en deuda. Siempre a kilómetros de distancia de los nuevos desafíos que impone el desarrollo económico y social del país. Hoy es necesario reconocer la logística como un actor estructurante del territorio. Esto implica desarrollar políticas que regulen la localización de este tipo de infraestructura, generar incentivos para modelos de distribución de última milla menos invasivos, y marcos normativos que garanticen la participación de las comunidades en las decisiones que afectan sus territorios.


Seguimos planificando ciudades para el pasado o simplemente incapaces de enfrentar distintos y nuevos desafíos. La logística – considerando la magnitud de recursos y requerimientos de esta actividad- ya no es un apéndice de la ciudad: es su columna vertebral oculta. 



Américo Ibarra Lara

Director Observatorio en Política Pública del Territorio

Instituto de Ambiente Construido

Facultad de Arquitectura y Ambiente Construido

Universidad de Santiago de Chile

europapress