Sr. Director,
Vivimos en una sociedad marcada por la complejidad, el avance tecnológico acelerado y crisis globales cada vez más interconectadas. En este escenario, el conocimiento especializado, aunque valioso, ya no es suficiente para abordar problemáticas que son simultáneamente sociales, ambientales, tecnológicas y éticas. La educación superior enfrenta hoy el desafío de formar profesionales capaces de responder a estas nuevas demandas con una mirada crítica, colaborativa y transformadora.
Fenómenos como el cambio climático, crisis sanitarias, desigualdad social o la transformación digital, requieren enfoques que trasciendan los límites de cada disciplina. En consecuencia, la capacidad de trabajar entre profesiones y áreas del conocimiento surge como una competencia clave del siglo XXI.
Cuando la educación superior apuesta por la interdisciplinariedad y el desarrollo de capacidades interprofesionales, apuesta también por formar agentes de cambio. Promover experiencias colaborativas —como simulaciones clínicas, proyectos en terreno, talleres interdisciplinares o iniciativas de innovación social— permite a los estudiantes desarrollar habilidades como la comunicación efectiva, liderazgo compartido, toma de decisiones conjunta y respeto por la diversidad cultural y profesional.
Estas competencias no solo enriquecen la formación académica, sino que permiten enfrentar de forma más eficaz desafíos como la atención integral en salud, la inclusión educativa o la sostenibilidad. Entonces, es importante preguntarse: ¿está el sistema educativo chileno formando profesionales capaces de pensar y actuar más allá de los límites disciplinares para resolver los grandes desafíos de nuestro tiempo?
Carla Vergara,
Académica Carrera de Traducción e Interpretación en Inglés,
Universidad de Las Américas, Sede Concepción