Jugueteando con el futuro

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Luis Riveros

Hace pocos años el gobierno de turno tomó una decisión altamente perjudicial para la educación pública, cual fue la eliminación de la selección de alumnos para llenar las vacantes de los establecimientos. El argumento fue, en su esencia, uno de tipo populista, y no se basó en ningún estudio que en forma suficiente respaldara el paso que se estaba dando. Se habló de que había ciertos estudiantes que venían con "patines" puesto que habían recibido una buena educación previa a su incorporación a la enseñanza media. Esto contrastaba con el caso de aquellos que no habían recibido una buena educación previo a postular a la enseñanza media y que entonces carecían de los "patines" que les facilitarían su incorporación a instituciones educativas de excelencia. Así, se aprobó por parte de la autoridad ministerial este paso crucial para la incorporación de nuevos estudiantes a la media en colegios emblemáticos, los cuales competían muy bien con los privados y los subvencionados en materia de resultados en cuanto al ingreso a la universidad. Con esto se daba un paso crucial en la visión de la autoridad para conseguir una tan anhelada "igualdad" de condiciones para acceder a los colegios de mayor jerarquía académica en el mundo público.


Hubo poco debate sobre esta decisión. En realidad, ella fue una política impuesta "de arriba hacia abajo" y no admitió mayor disenso, como sí ocurría en el mundo de los educadores donde se hacía muy claro que el resultado no sería bueno para los colegios públicos, que ya estaban empezando a ser dominados por una tendencia a la admisión indiscriminada. No faltaron quienes dijeron que el mismo principio debía aplicarse en el caso de las universidades: no a la selección, sí a una tómbola que "democráticamente" determinara quien accedería a las universidades púbicas, una opción que estaría abierta a universidades privadas a cambio del financiamiento público. Era la visión de que no importaba el esfuerzo previo, sino solamente la admisión a la educación pública sobre bases igualitarias. Así la opción "populista" se impuso como obligación en el caso de la enseñanza media, y los colegios públicos debieron someterse a este dictamen cuyo origen es totalmente de naturaleza política.


Varios años han pasado y hemos atestiguado el monumental derrumbe que esta "política" significó para los colegios púbicos más emblemáticos. Para muestra, un botón: el Instituto Nacional figuraba entre los 10 primeros colegios en cuanto a los resultados de la prueba de selección para la universidad. Hoy, pocos años después de la implementación de la política de marras, aparece en el lugar 303(¡!) Y, además, sólo un establecimiento público y un subvencionados figuran dentro de los 100 primeros en el puntaje de la prueba de selección. La política implementada fue muy clara en cuanto a qué sector favorecía: la educación privada. La decisión política de quitarle los patines a los más aventajados, significó desarticular la educación pública y profundizar el problema distributivo en un contexto de largo plazo.


Esta medida fue una decisión de tipo político. Si se piensa que habrían hecho los grandes políticos que empujaron transformaciones cruciales en la educación chilena, como Montt, Aguirre Cerda o Frei Montalva, lo más probables es que habrían apostado por “poner patines a los más desventajados” y no quitárselos a los que habían adquirido esa ventaja merced su esfuerzo y el de sus familias. Habrían mirado al largo plazo, en lugar de adoptar una política dañina, con puro rédito electoral y de corto plazo.


Cuidado: ahora se está pensando en volver atrás, producto de otro “acuerdo político” probablemente proclive a previstos resultados electorales. Es inmoral que se juegue con el destino de los niños, con el futuro de Chile, puesto que en ausencia de una opinión técnica, es difícil saber cómo efectivamente curar el daño causado.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

europapress