El 18 de septiembre de 1928 se inauguraba en Santiago el monumento al General de División don Manuel Baquedano en homenaje a su desempeño y liderazgo en las campañas de la Guerra del Pacifico entre 1879 y 1884. Tenía lugar este episodio por una ley aprobada en el Congreso y bajo la intendencia de don Benjamín Vicuña Mackenna. Se entendía como un acto de homenaje al principal héroe militar de esa guerra. El lugar fue la antigua plaza La Serena, que más tarde se llamaría plaza Colón y posteriormente, a partir del centenario de la independencia, como Plaza Italia. La denominación de plaza Baquedano correspondía a la zona de jardines que rodeaban al monumento construido por el escultor chileno Virginio Arias, pero más tarde la denominación se hizo extensiva a todo el espacio. El nombre de Plaza Italia se asocia al monumento que en el costado norte había sido erigido por la comunidad italiana como homenaje a nuestro país.
Manuel Baquedano fue no sólo un distinguido militar, como lo atestiguan los múltiples estudios historiográficos. Fue un personaje de estatura republicana quien ocupó el cargo de presidente provisional de Chile en 1891 y sirvió como Senador por Santiago y por Colchagua durante 10 años. Y nunca dejó de lado su desempeño como agricultor, propietario de tierras productivas en la zona de Los Ángeles. Fallecido en 1897, su monumento se inauguró casi 30 años después, dando testimonio del agradecimiento de la nación a uno de sus servidores más distinguidos. No debe olvidarse que la anexión a Chile de los territorios del Norte, con toda su riqueza mineral, fue gracias al heroísmo de miles de soldados chilenos liderados por quien fuera Comandante en Jefe del Ejército.
Frente a lo sobresaliente de su hoja de vida al servicio de la república, llama la atención el verdadero descuido y desprecio de las actuales generaciones por su vida y obra. Desprecio, además, que en estos días es refrendado por decisiones de entidades públicas como el Consejo de Monumentos Nacionales que ha decidido que la estatua del General Baquedano no vuelva a su sitial histórico. El castigo que sufre Baquedano es debido al sentimiento que desata la idea de república, de historia republicana y de servicio a la patria. ¿Cómo entenderlo de otro modo? El monumento fue vandalizado en múltiples ocasiones, se le intentó destruir y se le pintarrajeó del modo más irrespetuoso. Todo un símbolo de lo que se hizo hacer con el país: desvirtuar sus bases republicanas, segmentarlo para fomentar su desencuentro, cancelar su historia.
Es curioso. La Plaza Baquedano fue por años el sito de festejos populares, especialmente los asociados a resultados deportivos. Y allí tenía un espacio especial el escalar la estatua para montar al caballo: una especie de deporte mezclado con entretención, demostración arrojo y, usualmente un poco de alcohol. Pero fue con las protestas del llamado “estallido social” cuando el esquema de demostraciones cambió radicalmente: Baquedano se convirtió en símbolo de algo que a una masa vociferante no le gustaba: un símbolo de república, de orden, de historia. Y ahora se le otorga validez a esos actos destructivos: la república retrocediendo frente a la delincuencia y el violentismo. ¿Sería Londres lo mismo sin el monumento a Nelson, o la capital de USA sin el Memorial de Washington, o Madrid sin la Fuente de Cibeles o Paris sin el Arco del Triunfo? El monumento a Baquedano, que ahora se pretende esconder, era un verdadero símbolo de la ciudad y del espíritu de ciudadanos libres y de una patria que se construyó con gran sacrificio.
Prof. Luis A. Riveros
Universidad Central