Nuestro país acaba de elegir nuevos gobernadores, un cargo empero que no está suficientemente definido en términos de sus funciones y de las diferencias de éstas con las de los delegados presidenciales. Los resultados pueden interpretarse de distintas formas de acuerdo a las lecturas políticas, especialmente en cuanto al apoyo obtenido por los distintos pactos y su proyección a las próximas elecciones presidenciales. Una lectura de consenso parece ser sobre la derrota que han sufrido las posturas políticas extremas, al menos como percibidas por la ciudadanía: así se puede interpretar, por ejemplo, el resultado en Coquimbo y en la región del Bio Bio. También es una señal clara el que la izquierda triunfara en la región metropolitana y en la quinta región, así acumulando una significativa votación. Si esta elección se interpreta como un juicio ciudadano al actual gobierno, el resultado claramente no le resulta tan desfavorable, pero tampoco despliega liderazgos nítidos en vistas a las próxima presidenciales. Por ejemplo, la candidatura que impulsa la ex alcaldesa de providencia resultada empañada por el hecho de que el candidato a quien apoyo para gobernador, resultó en su misma comuna, derrotada. Es también claro que la gente no votó por aspectos programáticos, más allá de los abundantes slogans, sino por discursos atrayentes y por el rechazo a la polarización política.
Un problema que seguirá vigente después de este ejercicio electoral, se refiere a cómo se seguirán abordando los serios retos que enfrenta en la actualidad nuestro país. Nuestro crecimiento es exiguo, la inversión está retrocediendo, el desempleo sigue estancado y el mayor crecimiento de la ocupación se encuentra en el sector informal. Nada se saca con denunciar que el empresariado está dominado por un cierto ”pesimismo ideológico” si no se atienden las trabas que sufre la inversión y no se termina con la adopción de una sistemática amenaza tributaria. Esto requiere definiciones de política que serán más bien tardías considerando que esta administración tiene sólo un año por delante. Lo mismo con respecto a los serios problemas que enfrenta la salud pública, dominada por una significativa escasez de recursos, que no es claro cómo se podrán abordar dentro de los límites que impone el presupuesto público 2025. Acá hacen falta reformas que aborden los problemas de gestión y organización que sufre el sistema hospitalario, pero no se aprecia un diálogo sobre estas materias en el actual desenvolvimiento político. Pero también están los problemas de seguridad frente a los cuales el país ha mostrado una actitud no suficientemente decidida. Un sistema carcelario insuficiente e inadecuado y una justicia que no opera con la decisión que la ciudadanía espera, hacen inútiles esfuerzo de las policías para controlar y hacer retroceder al delito. A esto se suma la inmigración descontrolada que sufre Chile, la cual fue vista por muchos como una fuente de enriquecimiento cultural pero ha contribuido mucho más al hacinamiento y al desarrollo de actividades ilegales. Estos tres asuntos: salud, seguridad e inmigración requieren definiciones de política que se observan ausentes por parte del gobierno y la oposición. Por cierto continúan asimismo una serie de problemas trascendentes para el futuro del país, como es el caso de la educación especialmente considerando la desmedrada situación de la educación preescolar, las fallas en materia de educación pública y los retos que representa el financiamiento de la educación superior.
Todo lo mencionado son los vacíos que se perciben en el día a día de nuestro transcurrir y sobre lo cual hay ausencia de debate y propuestas políticas. Las recientes elecciones poco han tenido que decir sobre estas materias de índole nacional puesto que, por su carácter regional al igual que las anteriores municipales, han atendido y debatido más bien las problemáticas locales. Es el diálogo político el que está fallando, porque prima la confrontación y no la propuesta a ser discutida y acordada. La señal de la última elección es importante porque la ciudadanía ha dejado de lado las visiones extremas, y ha enviado con ello una señal política potente sobre la necesidad de acuerdos que permitan progresar al país.
Prof. Luis A. Riveros
Universidad Central