El desgraciado evento climático que afectó de manera brutal a Valencia hace pocos días, se proyecta a un debate más profundo que tiene que ver con la política. Y es inevitable porque uno de los temas que rodean al evento se refiere a la pobre respuesta del Estado frente a la crisis material y humana que ha traído por consecuencia el mega temporal Dana. Esto es especialmente destacado en España, que se encuentra en medio de la oleada confrontacional entre un populismo que trata de convertir al país en una realización de democradura, al decir de José María Lassalle, y un conservadurismo que trata de escapar a su enemigo natural, el liberalismo. El gran debate está entre la consideración de la tolerancia y el humanismo o la opción por un dirigismo que ahoga la iniciativa privada y coarta la libertad humana. Prevalece en España un escenario donde todo hecho significativo a nivel de la sociedad se encuadra en la lectura de esta confrontación ideológica. La política está llevando a encasillar todo en este gran debate, pero dejando de lado las mínimas consideraciones para atender el bienestar humano y la propia sana subsistencia del cuerpo social.
Los eventos están claros. Ocurre la gran catástrofe y los miles de damnificados no reciben apoyo oportuno y suficiente para enfrentar la penosa situación que dejara Dana. El Presidente del gobierno español, junto al rey y la reina, además del presidente de la Comunidad Valenciana, visitaron la zona de catástrofe, recibiendo un fuerte rechazo de la gente por lo que perciben como un total abandono de parte de la autoridad. La magnitud e intensidad de la protesta obliga a retirarse al Presidente Sánchez, mientras que el rey y su esposa permanecieron enfrentando la situación, y mostrando un rasgo humanitario al compartir con la gente. La interpretación de la izquierda es que todo esto obedeció a un cierto montaje de la derecha española, que los protestantes eran más bien extremistas organizados mientras que la propia derecha había legislado un presupuesto de la nación que restaba significativos recursos para la atención de emergencias. Todo esto en el marco de que la derecha no cree en cuestiones como el cambio climático. La permanencia del rey y la reina en el lugar de los airados reclamos ciudadanos, se entiende, en esta visión, más como un cierto “lavado de imagen” que como un legítimo gesto humanitario. La derecha, por su parte, sostiene que el problema se debe a la ineficiencia del gobierno, a su falta de atención y escasez de talento para afrontar situaciones alejadas de los debates ideológicos, pero redundantes en un severo maltrato humano, además que sus prioridades asignativas se ubican en cuestiones como el mejor tratamiento de la inmigración. La verdadera huida del presidente Sánchez del lugar de los hechos, en medio de un confuso y violento incidente reflejaría el rechazo que tiene el gobierno, mientras que la autoridad real ha afianzado su respaldo en la gente que necesitaba ser escuchada.
Dos interpretaciones que se dan en el marco de ese debate político global, que domina a España como a muchos otros países. Pero ninguna pone el acento en lo verdaderamente importante: la prioridad que debiera revestir la dramática situación de Valencia y sus habitantes. Hay problemas materiales severos, incluyendo la necesidad de recuperar cuerpos humanos y proveer condiciones dignas para una población devastada. El debate, en lugar de estar en el tema de los recursos y las prioridades asignativas, se convierte en un intercambio de ataques y discusiones que a la gente no le interesa. Esto es algo parecido a lo que nos ha sucedido a nosotros con los incendios en distintas partes del país, en que la ayuda ha tardado y las autoridades políticas se enfrascan en debates que no solucionan los problemas de las víctimas. El caso de Viña del Mar todavía está presente por las que parecen ser necesidades todavía vigentes y no resueltas.
En medio del dolor traído por la tragedia, es necesario que la discusión política se realice a otro nivel y con el propósito legitimo de abordar soluciones. Pero sobre todo, la política debiera abrir un espacio para la acogida, para un humanismo que hoy se necesita más que nunca. La gente necesita ser escuchada, recibir señales reales de que sí importa su sufrimiento. En una situación tan dramática, se abre la oportunidad para acercar la política a la gente y sus necesidades, alejando los debates del ideologismo y la confrontación; ese es el reto que levanta el drama que vive Valencia.
Prof. Luis A. Riveros
Universidad Central