A raíz de los detalles conocidos acerca de un pago (remuneración) efectuado por una universidad privada a una profesora de la misma se ha desatado toda una polémica. Y el argumento de muchos es que, al tratarse de una entidad privada, existe una total libertad para fijar el monto que considere más apropiado por los servicios prestados. Se ha aludido así a la libertad de empresa, esto es a su autonomía para fijar las remuneraciones en el nivel que a las partes envueltas les parezca más adecuado. Ciertamente, por tratarse de una entidad privada existe autonomía para fijar las remuneraciones, teniendo en cuenta el aporte que la persona haga a los objetivos de la entidad, incluyendo cosas como productividad académica y contribución a la difusión de imagen. El punto a este respecto se centra en dos temas relacionados. El primero, si acaso existe un financiamiento irregular para lograr el pago de una alta remuneración a una determinada persona, cosa que tiene difíciles ribetes probatorios. El segundo, es si acaso una universidad debería para estos efectos, ser considerada una empresa con todas las atribuciones para fijar el uso de sus recursos. Y este es un tema en debate, cuando muchos niegan la condición de empresa a una universidad privada como también, desde luego, a una pública.
Ciertamente se trataría de empresas en el caso universitario que no tienen por objetivo el producir lucro a sus dueños, sino solamente generar el financiamiento necesario para garantizar la estabilidad de su desarrollo y los debidos equilibrios financieros. Como sabemos, eso se puede lograr de muchas maneras implicando un adecuado manejo financiero que es inherente a toda entidad universitaria, como también a toda empresa que tenga por objetivo maximizar ganancias. Las universidades tienen por misión la creación y diseminación del conocimiento, para lo cual realizan tareas de investigación básica y aplicada, docencia de pre y posgrado y vinculación con el medio con el que deban interactuar en el cumplimiento de su misión transformadora. Las universidades son empresas en este sentido: deben conseguir una adecuada organización para cumplir con la misión institucional, administrar sus recursos para hacerlo de la manera más eficiente, y realizar la delicada tarea de proyectar al futuro, para lo cual deben manejar una política de inversión. Son las universidades empresas cuya ganancia está en el terreno de las ideas, de los descubrimientos, de las aplicaciones a los problemas del diario vivir. No hay actividad más demandante que aquella de satisfacer las demandas sociales que en todo terreno requieren más y mejor conocimiento. SI bien es cierto esto no debería envolver un usufructo pecuniario en la forma de utilidades o ganancias, no es menos cierto que la gestión debe realizarse con la debida cautela, tal y como siempre debe ser en el caso de empresas que están por la maximización de ganancias.
Es curioso que se considere a las universidades públicas como entes “no empresas”. En realidad éstas deben efectuar cuidadosa gestión de sus recursos, sujetas a severos mecanismos de control externo y con una transparencia a la que obliga la ley. Deben también asegurar debida inversión de los recursos, estableciendo prioridades en líneas de desarrollo. Por eso la universidad pública debe ser más cuidadosa con la asignación de los recursos –remuneraciones incluidas – porque debe rendir cuentas a la sociedad en definitiva . El cumplimiento de su misión tiene que ver con el estado-nación, y los objetivos trascendentes de desarrollo nacional. Pero las pone en la categoría de una empresa pública, puesto que igualmente debe gestionar cuidadosamente sus recursos, desarrollar estrategias de inversión, cuidar del desarrollo de ideas que desde su interior emanen para servir a la misión institucional.
El tema no es si acaso una universidad pueda o no considerarse empresa. El tema es que las decisiones de unas y otras deben basarse en eficiencia y transparencia, aunque en un caso prime el afán de ganancia y en otro prime más bien el afán de diseminar y generar nuevo conocimiento.
Prof. Luis A. Riveros
Universidad Central