¿Barros Boric?

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Luis Riveros

Cuando a un gobierno le va mal, es al país al que le va mal. Esta básica consideración es suficiente para comprender que no puede ser causa de alegría para nadie el que una administración enfrente problemas derivados de sus decisiones tomadas y aquellas no adecuadamente adoptadas. En estos días se ha hecho una significativa cantidad de afirmaciones que van desde “el país está mejor que hace dos años” hasta el que se ha dejado de lado el progreso que el país traía en materia económica, social y política. Un columnista comparó al ejercicio del actual presidente con aquél que enfrentó el presidente Barros Luco, cuyo mandato estuvo grandemente influenciado por un ambiente de gran intranquilidad social y las negativas influencias del parlamentarismo. Pero Barros Luco tuvo una distinguida trayectoria de servicio público, ejerciendo innumerables ministerios en otras anteriores administraciones, siendo también funcionario público y hombre vinculado a empresas importantes. Dejó obras como el ferrocarril de Arica a la Paz, se edificó la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile, la Biblioteca Nacional, la Escuela de Aviación, el Liceo Lastarria, y el Museo Histórico, además de fundar la ciudad de Puerto Natales. Todo esto, además de enfrentar las consecuencias que tuvo para Chile el inicio de la primera guerra mundial y de lidiar con talento con un complejo problema político. Por ello, insinuar que su legado ha sido intrascendente, y que permaneció en el gobierno casi sin hacer nada importante, constituye una falacia histórica.


El contexto de esas afirmaciones se da en la perspectiva de evaluar al actual gobierno, sobre el cual existe una visión objetiva de no haber producido los cambios a los que se comprometió. Es cierto, se dijo que tales cambios eran derivados esenciales del cambio en la constitución que, al inicio de este gobierno, se veía como inminente. Por esas cosas del destino, sin embargo, el mismo gobierno terminó respaldando la idea de que no existiera ningún cambio en la constitución, así también inmovilizando lo que podría haber sido su agenda de transformaciones. Nunca quedó claro, en todo caso, las reformas constitucionales que eran requeridas especialmente en el contexto de lo propuesto y rechazado en septiembre de 2022. La cuestión de fondo radica en la ausencia de proyectos significativos para el país, que hagan pensar en posibilidades ciertas de mayor productividad y empleo, por ejemplo, y brinde posibilidades a la expansión económica que necesita el ciudadano medio. Indudablemente hay cosas como el logrado reajuste del salario mínimo, y los proyectos de reformas en pensiones y aumento en impuestos que están pendientes, pero que no constituyen en sí logros visibles para la ciudadanía, al menos en el corto plazo. Lo es el control de la inflación, más un resultado atribuible a las políticas del Banco Central que a las fiscales o de gasto público. Por otro lado, está el ambiente de incertidumbre que se asocia al avance la delincuencia, de las incontenidas acciones del narcotráfico, del aumento del desempleo y estancamiento de los salarios junto al debilitamiento de la inversión y del propio crecimiento económico, junto a la existencia de una inmigración ilegal aparentemente descontrolada. La cuestión es que se ve a un gobierno inmovilizado y con un diálogo escaso en orden a tener un entendimiento nacional para una agenda proactiva en las prioridades ciudadanas más esenciales.


Todo esto no puede ser causa de alegría para nadie. El país se encuentra en una encrucijada económica y social denotada en todos los ámbitos más relevantes, incluyendo el aumento de las listas de espera en salud, la inseguridad que siente la población diariamente, el estancamiento en áreas cruciales como el comercio, la ausencia de proyectos sustantivos para elevar la productividad de las empresas públicas y emprender nuevos proyectos que, como el litio, demandarían un gran esfuerzo nacional. Es triste comprobar que, en la celebración de su segundo año de mandato, el presidente inaugure obras que fueron emprendidas en el gobierno anterior, como el ferrocarril al Sur y un nuevo hospital. Hay decepción ciudadana, más allá de las fronteras políticas estrictamente, y que debe preocupar en forma activa a la autoridad.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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