Recuperación educativa: el fondo del problema

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Luis Riveros

El gobierno ha tomado nota del grave problema que está sufriendo la educación chilena, y ha puesto en marcha un Programa de Recuperación Educativa. Una buena señal es que el Comité a cargo es de tipo transversal, incluyendo incluso una ex ministra de los períodos de la Concertación. La cuestión se está centrando en atacar los síntomas que dejó el prolongado período de pandemia en materias de cobertura y efectividad del sistema escolar. Esto es importante y prioritario, pero no puede dejar de lado los síntomas de un problema estructural con nuestra educación que es tiempo de diagnosticar y abordar adecuadamente, y también de establecer medidas para abordarlo no obstante los plazos prolongados que esto envuelva.


Hay una alta tasa de abandono del sistema escolar además de un alta proporción de estudiantes que simplemente, sin desertar, no asisten a sus obligaciones escolares. Esto es grave, y se le califica como un verdadero “terremoto” educacional, cuyos devastadores efectos se harán sentir en mediano y largo plazo, y se mezclará con otros graves problemas sociales. Se engrosará las filas de los jóvenes que ni estudian ni trabajan, aumentando para ellos el riesgo de verse envueltos en actividades ilícitas. Por eso tiene mucho sentido que se aborde con prioridad este problema desde los tres ángulos fundamentales que se ha otorgado al grupo de trabajo. En primer lugar, el tema crucial que es la salud mental, profundamente deteriorada durante los períodos de encierro y frente a lo cual fueron insuficientes los esfuerzos por implementar adecuados sistemas de enseñanza vía plataformas virtuales. La educación es un proceso “cara a cara” y eso se deterioró profundamente durante la pandemia y el encierro, llevando ahora a consecuencias en materia de bajo aprendizaje, violentismo escolar, falta de comprensión lectora y poco interés en estudiar, simple y llanamente. Un segundo frente se refiere al rezago lector que hoy día caracteriza a nuestros niños y jóvenes; se ha perdido el interés por los libros y parece ser que una causa mayor es el “disfrute” del tiempo en redes sociales. La cuestión es cómo abordar este grave problema, que tiene consecuencias para toda la vida, especialmente si se considera el grave daño que esto causa a la educación superior. Tratar esto solamente para 80.000 estudiantes es algo muy acotado, y deben hacerse esfuerzos hacia un programa de tipo universal en esta materia tan clave para la efectividad de la educación. Y el tercer ámbito de trabajo se refiere a el otorgamiento de recursos para revertir la situación de deserción que ha sido tan perjudicial. Los estudiantes abandonan porque no perciben la “utilidad” de la educación, porque no se sienten motivados por sus profesores y escuelas y porque ponderan altamente los riesgos de traslado y de estadía en el establecimiento educacional.


Toda la iniciativa de recuperación de la educación debe contar con recursos suficientes. No sería presentable que el programa fracase porque no se dispuso de los recursos para realizar todas las actividades necesarias. Y el fracaso significaría, lisa y llanamente, profundizar aún más el grave problema que se está enfrentando.


Pero los problemas más estructurales de la educación chilena deben ser abordados también en forma explícita y urgente. Como se ha discutido suficientemente, hay un problema relativo al diseño del currículo escolar, el cual debe ajustarse a la realidad presente y futura de niños y jóvenes. Sobre este particular, debe atender con prioridad el desarrollo de adecuada comprensión lectora y dominio de matemáticas básicas y análisis lógico, cosas todas que deben consultarse en un currículo integrado de básica y media. Existe también un problema de fondo con la formación de profesores, la cual debe ser atendida en forma urgente y con instrumentos financieros adecuados en plazos atendibles. La necesidad de un diálogo sustantivo entre el sistema escolar y la educación superior debe ser también abordado como parte del problema estructural de nuestra educación. Es necesario que los estudios se complementen adecuadamente a través de los diversos niveles, especialmente dado la alta cobertura que ha alcanzado la educación superior y los esfuerzos que deben acometerse por parte de ella para evitar altos índices de fracaso. Estos problemas han sido pospuestos por décadas, a pesar de todo lo realizado en gestión e infraestructura. Es hora de que el país vea una preocupación activa sobre este aspecto determinante de nuestro futuro.


Para recuperar a un enfermo no se podría abordar solamente sus síntomas más recientes sin atender sus problemas más de fondo que dominan la situación de salud. Atender solamente lo primero, significa posponer con grave riesgo para la propia vida del paciente. En educación debemos pensar de formas similar: hay que resolver en forma conjunta los problemas más de fondo, siempre pospuestos, junto con los síntomas más reciente de nuevos padecimientos.


Prof. Luis A., Riveros

Universidad Central

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