En un mercado inmobiliario cada vez más complejo, marcado por tasas hipotecarias elevadas, incertidumbre económica y nuevas dinámicas de comportamiento habitacional, muchos propietarios e inversionistas se enfrentan a una pregunta clave: ¿qué tipo de arriendo conviene más hoy?
Durante los últimos años, la popularidad de plataformas como Airbnb ha llevado a muchos a pensar que la renta temporal es una opción más rentable y moderna frente al arriendo tradicional. Sin embargo, al mirar los datos con más detalle —y no solo los ingresos brutos— surgen matices importantes.
Recientemente realizamos un estudio que compara ambas alternativas en zonas consolidadas de Santiago. ¿El resultado? Cuando se consideran los costos reales asociados a la operación de un arriendo por noche —comisiones, administración, servicios, amoblado, IVA, vacancia— la rentabilidad neta tiende a ser inferior a la del arriendo tradicional. En casi todos los escenarios analizados, si el propietario opta por externalizar la administración del inmueble, el arriendo tradicional resulta más conveniente.
Esto no significa que Airbnb sea una mala decisión. Hay casos donde puede tener sentido, sobre todo si el propietario está dispuesto a involucrarse activamente en la gestión del arriendo. Pero es crucial entender que la promesa de “más ingresos” no necesariamente se traduce en más utilidad, especialmente cuando se considera el tiempo, la energía y todos los costos asociados.
Este tipo de análisis no busca imponer una fórmula única, sino promover una mirada más rigurosa en tiempos donde cada punto porcentual de rentabilidad importa. Las decisiones inmobiliarias, hoy más que nunca, requieren información clara y una evaluación que vaya más allá del entusiasmo inicial.
En un escenario donde los márgenes se han estrechado, la profesionalización del pequeño inversionista ya no es opcional. Y ese, probablemente, es el verdadero cambio estructural que está enfrentando el mercado: uno donde la intuición cede espacio al análisis, y donde la estabilidad vuelve a ganar terreno.
Por Cristóbal Asenjo, CEO de Lares