Luchar contra el pasado

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Luis Riveros

El país está bajo el peso de una continuada serie de malas noticias que afectan el diario vivir de la población. Por ejemplo, una inflación que se observa creciente, junto con indicios muy claros de recesión en lo productivo y sus secuelas en materia de desempleo y menores salarios. Junto a esto, sobresale la enorme incidencia en la normal vida de la ciudadanía tiene la creciente actividad delictual y la aparente expansión que experimenta el narco tráfico, el cual parece ya copar sectores importantes en varias ciudades. Además, hay creciente terrorismo en el Sur y una aún descontrolada actividad inmigratoria en nuestro norte, presagiando aún mayores presiones sobre una economía alicaída, el descenso en la calidad de vida en las ciudades, y una seguridad que día a día es puesta bajo cuestionamiento. Todo esto incentiva el temor y una condición de incertidumbre hacia el futuro inmediato.

Pero no se puede dejar de lado las amenazas sobre nuestro futuro, es decir más allá de lo contingente. A este respecto, resulta alarmante la situación que vive nuestro sistema escolar. Ha circulado la información de que más de 50.000 niños han abandonado el sistema escolar de los niveles básico y media entre 2021 y 2022. Una cifra que sorprende por su magnitud y llama a tratar de entender las causas por las que ocurre. Además, se han dado a conocer cifras muy importantes de inasistencia al sistema escolar por parte de los alumnos matriculados, lo que viene a reforzar las preocupaciones negativas que despierta este desarrollo en el sistema escolar. Probablemente esta importante deserción escolar parece no alarmar observando los otros problemas que afectan el día a día de la población, pero que sí constituye un terrible presagio sobre el futuro. Estamos hablando de niños que, al no recibir educación nunca se integraran de una modo adecuado al hacer social, y se constituirán en un grupo muy desadaptado de la vida comunitaria, con pocas expectativas de surgimiento. Radicado este problema, seguramente, en los sectores más vulnerables de la población, también mantendrá una cantidad importante de niños y jóvenes sin ninguna actividad, llenado calles y plazas con su ocio, expuestos a vicios de todo tipo. Como sabemos, el mantenimiento de una mala distribución del ingreso depende en gran medida de lo que hoy se logre con el sistema escolar, y la situación actual parece ser compatible con la mantención de nuestra defectuosa distribución. En el cortoplacismo que nos domina desde hace mucho, y que ha mantenido a las políticas educacionales como segunda prioridad, esta noticia no es más que eso: una mala noticia a la cual no se le prestará mayor atención.

La deserción se une a la inasistencia que domina al sistema escolar. Todo esto, resultado de las situaciones de riesgo que se viven en los Colegios por la violencia imperante (incluidos el bullying, el acoso y las usuales grescas y manifestaciones violentas), junto a la alicaída autoridad de profesores y directivos. La situación alcanza un grado máximo en los liceos emblemáticos en que “por razones de seguridad” se sigue manteniendo una alta proporción de clases virtuales y en que está siempre pendiente la amenaza de acciones que ponen en riesgo la integridad física de estudiantes y profesores. Todo esto hace de nuestro sistema educativo uno absolutamente ineficiente, que no cumple con sus propósitos esenciales y que no es lo que Chile necesita para mirar a futuro con mayor tranquilidad en materias de equidad y productividad. Por cierto de esto hay que excluir a muchos colegios e instituciones educativas, pero parece ser que tan sombrío panorama se aplica a una parte significativa del sistema.

Chile hizo enormes esfuerzos por lograr aumentar y sostener una relativamente alta cobertura en su sistema escolar. Ello permitió, más tarde, ampliar la cobertura de la educación superior. Todo ello facilitó no sólo la significativa disminución de la pobreza observada con posterioridad a 1990, sino también la mejoría en los indicadores distributivos. Así se avanzó a un país que no sólo observaba una mayor productividad laboral, sino que también generaba instancias importantes de integración social y mejora en la equidad y las oportunidades. Ahora no se puede permitir un retraso en todo eso, el cual parecen presagiar las cifras de deserción y ausentismo. Es urgente contar con medidas efectivas para detener este proceso tan negativo y detrimental de los grandes objetivos que a largo plazo debemos alentar como nación.


Prof. Luis A. Riveros 

europapress