Tormenta perfecta

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Luis Riveros


Es difícil mantener una postura equilibrada referente a las actuales circunstancias que vivimos los chilenos. Por una parte, marcadas por profundas heridas y resentimientos generados a partir de la violencia con que se manifiesta un abierto inconformismo social, en lo cual hace tres años fueron parte importante los actuales gobernantes. Por otro lado, la no resuelta situación que se reclama como parte del problema que son las injusticias del sistema, marcado por el aprovechamiento de empresas y personas en un marco que sería de abuso sin contrapeso. Se ha creado un abismo profundo en dos miradas sobre nuestra sociedad, y se lee que los defensores del orden y la seguridad somos, al mismo tiempo, los que propiciamos la continuidad de un sistema que contiene serias fallas que redundan en desigualdad y falta de oportunidades. Aquí es donde se precisa un liderazgo sensato y con mirada amplia, para encaminar al país en una senda de reencuentro donde no se admita la violencia en las protestas, pero que tampoco se declare indiferente frente a situaciones que ameritan corrección. Si no se obtiene este liderazgo, el país seguirá en el camino del enfrentamiento, en un diálogo de sordos que no propicia nada sino más desorden, más víctimas de la violencia, más enfrentamiento y más acusaciones recurrentes que son resultado del mismo nefasto proceso.

Pero a lo anterior se suman dos factores adicionales de grave ingerencia. Por una parte, una situación económica que se va haciendo más complicada y que actúa en perjuicio de los sectores más desventajados. Más inflación, más desempleo, menor crecimiento, reducción de la inversión, etc., no pronostican sino un panorama de graves complicaciones para lo que viene. La pobreza creciente, la desigualdad que aumenta, las necesidades que se van ampliando, hacen que el enfrentamiento que vivimos entre violencia y defectos estructurales de nuestro hacer social y económico, se profundicen todavía más. Pero un segundo factor que reviste gravedad, es el aumento significativo de la delincuencia, que lleva a que el número de asesinatos, asaltos y otras actividades delictuales, un gran número de ellas ligadas al narcotráfico, vayan en ascenso. Todo ello en perjuicio de una ciudadanía que se encuentra desprotegida, sumando esto a los problemas derivados de la situación de inestabilidad social y descenso económico. Todo esto, además, en medio de una creciente ola inmigratoria que se va haciendo cada vez más insostenible y que se constituye en verdadera amenaza para la convivencia social, la seguridad y la calidad de vida en varias ciudades de nuestro país.

Estamos en medio de una tormenta perfecta: grave disenso interno, seria crisis económica, severas amenazas a la seguridad ciudadana, todo ello marcado por la insistencia en protestas violentas que aseguran versar sobre ciertas injusticias del sistema, sin profundizar mucho más en sus connotaciones y avenidas de corrección. Aquí se dice sobre el aprovechamiento de las empresas, incluidas ISAPRES, AFPs y hasta bancos y carreteras concesionadas. ¿No será hora de aclarar de qué se trata esto, especialmente después de que muchas autoridades actuales han sostenido firmemente estas mismas posiciones? Pero esto aún no justifica la violencia que se auspicia por algunos partidos y movimientos que no postulan salidas realistas y abordables a una situación en cuyo diagnóstico tampoco se ha entrado. Los defectos de nuestro sistema de pensiones, y el abordaje de los problemas de salud y otros, no han sido abordados en ninguna discusión que conozcamos por parte del mundo político, el cual, frente a la magnitud de la tormenta, sigue en una discusión reiterativa sobre las formas de abordar un nuevo proceso constitucional. A menos que se indique que el problema sobre lo que se protesta de modo tan álgido radica en la actual constitución, entonces sería bueno que los actores políticos piensen en los problemas que afectan a la gente y que son declarados todas las veces que puedan: seguridad, salud, pensiones, educación.

La brecha entre el accionar político y las demandas ciudadanas parece ser creciente, y eso es causa profunda de la desilusión que todos alimentamos y manifestamos de maneras diversas. No hay un liderazgo verdadero, convincente que nos señale un camino de salida para esta tormenta en que navegamos con dolor e incertidumbre. La ciudadanía observa con desesperanza los vaivenes políticos, la aparición de eventuales “acuerdos” y el desfile de propuestas sobre itinerarios de discusiones que no versan sobre lo que efectivamente la gente reclama y que está en la raíz de nuestra frustración como sociedad.


Prof. Luis A. Riveros

europapress