Tres derrotas... una esperanza

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Luis Riveros

Tres cosas principales fueron derrotadas en el plebiscito del pasado domingo 4. En primer lugar, y por supuesto, se rechazó un borrador de Constitución que no representaba el sentimiento ni las demandas de la gente. Esto se expresa claramente por la transversalidad del resultado: tanto en comunas populares como aquellas de composición indígena se da un resultado similar al de aquellas otras de corte clase media o acomodada o marcada por ausencia de electorado indígenas. La cuestión de fondo radicó en un proyecto dominado por ideologismos y por una concepción de país que la ciudadanía no comparte y que comprendía la segmentación del mismo en “territorios autónomos” con una total desnaturalización del sistema de gobierno y de los poderes del Estado. No es cierto que haya habido desinformación o que la gente “no entendiera” lo que estaba decidiendo. Se rechazó un proyecto que se consideró inadecuado para el Chile de hoy. Es importante reconocer que el voto obligatorio fue el mecanismo crucial para que se impusiera esta visión unitaria de país, porque nadie fue excluido y porque la materia llamaba a pronunciamiento de aquellos que siempre permanecieron en sus casas, para con eso elegir autoridades con menos del 50% de participación.

Pero un segundo aspecto que ha sufrido una derrota significativa, y que justifica el ánimo sorprendente con que se celebró en todas partes, es la derrota del “Octubrismo”. Este es una manifestación de artificial lucha entre distintos segmentos del país, definidos ideológicamente, pero a través de un enfrentamiento rodeado de violencia y de ánimos destructivos de la propiedad pública y privada. Una protesta permanente, extendida con singular violencia, y que mantenía a las personas y familias amedrentadas, bajo su sello comunicacional de representar así la voluntad de todos. El homenaje a la “primera línea” que llevó a cabo el Congreso Nacional, representa la forma en cómo la violencia acaparó la atención y voluntades de muchos sectores que admitieron una especie de leyenda negra sobre “los últimos 30 años”. Contradictoriamente, el resultado del último domingo muestra un país que desea unidad, y también progresar con el entendimiento de que somos diversos pero estamos todos bajo un solo sello: la Nación chilena y su desarrollo futuro. Se derrotó el temor, triunfó la tolerancia,

Pero aún hay un tercer aspecto que emana de los resultados que tan mayoritariamente respaldaron el rechazo del proyecto constitucional. Se trata de la derrota que empieza a sufrir la ”cancelación”. Consiste ésta en vernos obligados a callar bajo el temor de las represalias por nuestras opiniones, de la persecución por medio de funas o de la simple represión de expresiones disidentes. Esto ya había ocurrido antes en nuestra historia, pero ello resulta inconcebible en una democracia. Ahora la gente se expresó por medio del secreto del voto, porque muchas veces no pudo hacerlo abiertamente en su población, en su centro de trabajo o en la unidad escolar. Se abren así más amplias avenidas para expresar nuestras diferencias, para que efectivamente podamos construir una sociedad más fraterna, dominada por la razón de los argumentos y no por el temor infame a una actitud censitaria.

El país necesita un proyecto político creíble, y los liderazgos requeridos para afrontar la etapa que viene. Esa es la esperanza post plebiscito. El simplismo de concebir un nuevo proceso constituyente sin contar con un proyecto político no emana directamente de los resultados observados. Tampoco de las varias propuestas políticas que tratan de apropiarse de estos resultados para manejar en su favor el diseño de un camino de salida. Aquí debe explicaciones la centroizquierda, que abandonó sus principios y la defensa de los logros obtenidos en los gobiernos de la Concertación. Algunos para obtener pequeñas prebendas, otros por un significativo error político que dejó de lado el capital político más importante: la credibilidad de logros importantes en materia económica, social y política. ¡Si hasta ignoraron la Constitución política del año 2005 que fue un logro de los gobiernos democráticos post 1990! Partidos tradicionales del centro, llegaron a inmolar a muchas de sus figuras más emblemáticas por disentir de acuerdos cupulares en torno al pasado plebiscito. Esta singular aplicación de la teoría de la cancelación empaña la solvencia de una centroizquierda que debiera tener un rol protagónico en la etapa que viene. Como dijo hace más de un siglo Enrique MacIver “ …no somos felices, se nota un malestar que es.. de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan”; bien harían nuestros políticos en reflexionar sobre estas causas del malestar ciudadano y diseñar con consecuencia una salida a la crisis moral que vivimos en los días presentes. Esto requiere reflexión y la construcción de una propuesta solvente que el pueblo de Chile debe ser convocado a respaldar.

El país ha salido fortalecido luego del plebiscito del domingo 4 de septiembre. Fortalecida su democracia, a pesar de que la administración de Gobierno figura entre los perdedores destacados. Pero el electorado ha formulado un llamado para mirar hacia el futuro, con solvencia, seriedad y realismo. Un llamado que resuena a Libertad, Igualdad y Fraternidad, los simbólicos baluartes de una sociedad en progreso y con justicia.


Prof. Luis A. Riveros

europapress