​Proceso constituyente: Las TRAICIONES se pagan

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Mario Astorga

La democracia, como decía magistralmente Winston Churchill, es el peor de los sistemas de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado. No obstante lo anterior, no todos los actos democráticos parecen ser igualmente legítimos.

La crisis de octubre de 2019 mostró que una gran parte de la población no se sentía identificada con el sistema económico, social, político y de justicia que había funcionado en los últimos 40 años en el país, a pesar de los muchísimos éxitos y avances en casi cada indicador económico y social que se conoce: crecimiento económico sin parangón en la historia de Chile y en comparación con los demás países de la región, reducción considerable de la pobreza y casi eliminación de la pobreza extrema, aumento sistemático de la cobertura en los cuatro niveles de educación (preescolar, básico, medio y superior), aumento del ingreso percapita, (Chile, de no haber estado nunca entre los 6 primeros países de AL en términos de ingreso percapita pasó a liderar la región, aunque la distancia entre salario mínimo, salario medio e ingreso percapita ha aumentado sistemáticamente,(lo que sin lugar a dudas constituye la causa toral del “Estallido Social”), mejorías importantes (aunque insuficientes) en el índice de Gini de distribución del ingreso, aumento casi 7 veces en la cobertura de salud, modernización del sistema de infraestructura y tecnologías de comunicación y vías terrestres y marítimas, niveles crecientes de inversión extranjera, primero en AL en el índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, solo por mencionar algunos avances. Durante las manifestaciones de octubre 2019 algunos incluso gritaron “No son 30 pesos, son 30 años” queriendo significar que el aumento del alza del precio del transporte escolar en metro era solo la gota que había rebalsado el vaso, y que negaban cualquier progreso que hubiese ocurrido en la sociedad chilena en los últimos 30 años. En esos denostados “30 años” Chile tuvo 4 gobiernos sucesivos de una misma coalición política, algo también inédito en un país como el nuestro que se ha caracterizado por tres tercios (izquierda, centro y derecha), que suelen alternarse en el poder, cada uno de los cuales tiende en el mediano y largo plazo al 33% de los votantes. Una de las actividades más desacreditadas al momento del estallido social era justamente el sector político, representado por los dirigentes y partidos políticos y el parlamento, los que eran las instituciones menos respetadas de nuestra sociedad de acuerdo a todas las encuestas de la época.

Se estima que alrededor de cuatro millones de ciudadanos, más de un 25% del padrón electoral, salió a las calles a lo largo de todo Chile durante el estallido social, algunos a pedir, otros a exigir cambios. La mayoría de los carteles hechos por los propios manifestantes señalaban peticiones bastante concretas, principalmente salarios y pensiones más dignas, acceso a salud, educación y justicia de calidad. Esas demandas fueron confirmadas por todas las encuestas posteriores al “Estallido Social”. Una minoría de los manifestantes, mostrando carteles más institucionales, abogó por una Asamblea Constituyente o una Nueva Constitución. Ninguna de las encuestas de la época situó esta demanda en los primeros lugares, la mayoría las ubicó del décimo lugar en adelante. Esa fue sin lugar a dudas una primera Gran Traición a la voluntad del pueblo de Chile, asignarle a una nueva constitución mucha más importancia que las demandas más concretas de las personas,

Una segunda Gran Traición ocurre cuando algunos grandes empresarios, anonadados por un hecho que no vieron venir, mostraron su disposición a ceder algunos beneficios enquistados en la constitución vigente y los partidos de derecha estuvieron dispuestos a dialogar entre otras sobre el “intocable”, hasta la fecha, salario mínimo; a pesar de ello, los dirigentes políticos, liderados por el PC, en vez de aprovechar ese momento para conseguir beneficios en favor de los más desposeídos prefirieron, en acuerdo con el Gobierno, jugar todas sus cartas en una Nueva Constitución , a sabiendas que el proceso tomaría al menos 2 años y que nada concreto saldría de ese proceso en favor de los que ya no estaban en condiciones de esperar más.

Las reglas democráticas electorales especiales que se aprobaron para la escoger los convencionales tenían como objetivo mejorar la participación de los independientes en la redacción de la Nueva Constitución; sin embargo, para la izquierda se produjo una serendipity, es decir un hecho afortunado no buscado, como fue la posibilidad de controlar el 66% de la Convención Constituyente, a pesar de que a nivel nacional nunca han logrado una representatividad electoral mayor al 50%. Este serendipity ocurre porque las reglas de postulación facilitaron la proliferación de listas de independientes, los que al cabo de un corto plazo demostraron que no eran independientes sino actores radicales de movimientos minoritarios, pero con una gran cohesión interna: LGTBI, indigenistas, feministas, ambientalistas, animalistas, abortistas, regionalistas, entre otros, los que a la luz de los hechos conocidos posteriormente, se ha demostrado que no eran independientes sino activistas militantes de movimientos radicales, tan comprometidos con sus causas que no dudaron en transar su apoyo a otras materias, menos relevantes para ellos, para conseguir que su intereses quedaran representados en la nueva constitución. La Convención Constituyente se convirtió así no en el ágora de la democracia donde se discutiría en profundidad los principios de una nueva constitución, que la gran mayoría de los ciudadanos esperaba, sino en un mercado de votos, transformándose en la tercera Gran Traición al proceso constituyente.

Al asumir los convencionales su importante misión la ciudadanía fue conociendo actuaciones y decisiones sorprendentes de varios o una mayoría de ellos: abuchear la interpretación del himno nacional, no permitir que se enarbole la bandera chilena y si las de los pueblos originarios, que su primera acción fuese una exigencia de liberación de los denominados presos políticos, excediendo a sus atribuciones, etc. Todas ellas pueden ser consideradas una cuarta Gran Traición al proceso constituyente de la hasta este momento nación unitaria chilena y a la institucionalidad vigente.

La izquierda más radical, teniendo el control de la mayoría de la Convención, tuvo la oportunidad de elegir entre manipular al máximo su mayoría circunstancial o proponerle al país una Constitución consensuada, que pudiese ser aprobada por una gran mayoría de ciudadanos; desgraciadamente prefirió la primera alternativa, pasar la aplanadora, arriesgando que la propuesta fuese rechazada. Esa, indudablemente, fue una quinta Gran Traición al proceso constitucional ya que la izquierda sabía que la conformación de la convención no era coherente con el pensamiento mayoritario de los chilenos ni meses antes ni meses después del serendipity eleccionario. (Kast obtuvo el 44% de los votos en segunda vuelta presidencial)

La mayoría de los convencionales, respondiendo los liderazgos de extrema izquierda de la convención aprobaron un texto maximalista, que más parece un programa de gobierno de izquierda que la Carta Magna de una nación madura como es Chile, configurándose así una sexta Gran Traición.

Un porcentaje relevante del 78% de los ciudadanos que votó apruebo en el plebiscito de entrada votó rechazo en el plebiscito de salida. Los ciudadanos se cobraron así, con su voto las Grandes Traiciones de la extrema izquierda, lideradas por el partido comunista.


Mario Astorga De Valenzuela 

europapress