El “permacambio” exige liderar con audacia

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El cambio se ha convertido en una constante. 2024 fue el año de la historia en que más personas en el mundo emitieron su voto en unas elecciones. Se está produciendo una profunda transformación en las políticas comerciales. Nunca antes se ha invertido más en Inteligencia Artificial que durante los últimos seis meses. En algunos países, la empresa media ya tiene tantos empleados de la Generación Z como baby-boomers.


En este contexto, decidir y dirigir es un ejercicio que exige algo más que solo información oportuna: requiere valentía. La velocidad con la que se mueve la sociedad, los cambios en las expectativas ciudadanas y la presión regulatoria desafían las fórmulas tradicionales de negocios.


Quienes toman decisiones no pueden ignorar estos cambios, porque éstos tienen impacto en las relaciones personales y laborales, el consumo, las ideas políticas, la convivencia con el medio ambiente y los valores fundamentales. Esto ha causado que la incertidumbre se haya instalado como el marco permanente de nuestras decisiones. Las empresas no pueden conformarse con proteger su modelo actual, deben reinventarse de forma constante.


Apostar por la tecnología, integrar la sostenibilidad en la estrategia y conectar con generaciones que piensan y consumen de forma distinta no es opcional: es una necesidad competitiva. La inacción, en este escenario, es el mayor riesgo.


Vivimos también una paradoja compleja. Mientras se intensifica el escrutinio hacia los valores corporativos, crece el escepticismo hacia iniciativas como la diversidad o la sostenibilidad. Esto obliga a las organizaciones a repensar sus narrativas y a defender sus principios con hechos, no solo con palabras. Al mismo tiempo, la desconfianza sobre el poder que concentra en la tecnología hace que nuestra relación con el mundo digital y las redes sociales sea más conflictiva que en el pasado. La credibilidad será el activo más escaso y valioso en una era de la desinformación y fragmentación ideológica.


En paralelo, el entorno regulatorio cambia a una velocidad sin precedentes. Ya no basta con adaptarse: las organizaciones deben participar en la conversación pública y anticiparse a los cambios normativos. Influir con transparencia y propósito se convierte en una ventaja estratégica. Y para ello, el capital relacional y la capacidad de escucha activa, conexión y comunicación elevada son tan importantes como la innovación.


Liderar hoy implica mirar más allá, ya no podemos encerrarnos en el confort que nos da nuestra especialidad, cargo, y las circunstancias de nuestro país, sino que estamos obligados a pensar sobre lo genérico, lo macro y lo global. Exige interpretar las señales del entorno, integrar el análisis geopolítico y construir organizaciones ágiles, diversas y anti frágiles.

Pero, sobre todo, liderar es decidir con audacia, porque el futuro ya no se planifica: se diseña en tiempo real.



Juan Cristóbal Portales, Director General de LLYC en Chile


europapress