¿Sería legal sacrificar un niño en el sistema penal indígena de la propuesta de Constitución?

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FP

La pregunta surge debido al caso de ocurrido en Valdivia el 22 de mayo de 1960, cuando con motivo del terremoto más grande de la historia de la humanidad, que alcanzó 9,5 grados en la escala Richter cubriendo más de 1.300 kilómetros de costa, entre Talca y Chiloé –seguido de un maremoto, que a 150 km por hora arrasó con todo lo que encontró a su paso, la machi Juana Namuncura –tras la revelación de un sueño- anunció que para restablecer el equilibrio de la Tierra había que sacrificar a un niño de 5 años, ya que un animal no sería suficiente. 


El escogido fue el niño José Luis Painecura. Para desgracia del pequeño, su madre trabajaba en la capital regional. Su padre lo había abandonado y estaba a cargo de su abuelo, quien lo entregó a un grupo de mapuches dirigidos por la machi, quienes llevaron al menor a Collileufú, en la costa de Puerto Saavedra, a pocos kilómetros de Temuco, en pleno corazón de La Araucanía, subieron al cerro Mesa invocar a sus dioses, atemorizados por las réplicas del mega terremoto que no cesaba, celebraron un ritual, degollaron al niño, destrozaron su cuerpo y lo arrojaron por partes al mar. 


Como la propuesta de nueva Constitución pretende qué exista un sistema de justicia para cada uno de los pueblos indígenas diferenciados de todos los chilenos -serían 12 sistemas en total- esta pregunta resulta de toda lógica. 


Lamentablemente la respuesta es afirmativa, es decir, en el sistema penal indígena de la propuesta de nueva constitución sí sería legal sacrificar a un niño. Al comenzar a investigar el tema, pensábamos que no, porque no hay antecedentes de sacrificios humanos en la historia del pueblo araucano, solo de animales. 


Este episodio ha sido objeto de innumerables investigaciones. Una de éstas, realizada por el escritor Jorge Baradit, logró ubicar a miembros de la comunidad Coillefu, a la cual pertenecía la machi y conversó con mapuches que todavía piensan que el sacrificio del niño fue necesario. También entrevistó a una periodista que investigó el caso durante mucho tiempo, Myriam Ríos, chilena no mapuche, quién también piensa al día de hoy, que se debía respetar la decisión del grupo de mapuches que había participado en el homicidio.  Al final de esta investigación el propio Baradit -quien luego fue Convencional y redactor  de la propuesta de Constitución- en vez de terminar con una enérgica condena, prefiere llamar a reflexionar sobre las distintas realidades culturales de las sociedades del mundo contemporáneo en el cual se han considerado las costumbres de los pueblos originarios como bárbaras, para ahora comprender que guardan una tremenda riqueza y hace una invitación a reflexionar sobre la importancia de la diversidad cultural.


Para ser muy precisos, la machi que dirigió el sacrificio del niño, según otros antecedentes, terminó muy desprestigiado entre los integrantes de su comunidad, terminó casi abandonada y murió al caer de una camioneta en la que viajaba, sin que nadie se preocupara de rescatarla. 


El problema es que hay unos pocos que sí piensan -mapuches y chilenos- que se debería respetar este supuesto derecho ancestral, repetimos, sin ningún real antecedente antropológico al sacrificio humano en casos como los descritos.


El juez a cargo de la causa absolvió a la machi, y todos los implicados en el asesinato, aplicando el artículo 10 N° 9 del Código Penal, el cual establece que “está exento de responsabilidad criminal: [...] El que obra violentado por una fuerza irresistible o impulsado por un miedo insuperable”.


Pero aún más grave que esto -por la masividad- son otros otras realidades que vive nuestro país, como los llamados permanentes de otros autoproclamados líderes del pueblo mapuche a recuperar tierras que les arrebataron en el Imperio Español -no los chilenos- y crear el Wallmapu, es decir un territorio independiente dentro de Chile, expresión utilizada hasta por la inexperta ministra Siches -creando un incidente internacional con Argentina. 


El país ve prácticamente, todos los días, incendios de casas, bodegas, internados, iglesias, automóviles, buses, camiones, lesiones y homicidios de personas y muchísimos delitos más, todo con las más diversas justificaciones por reivindicaciones de mapuches de la más diversa naturaleza. El caso más terrible que hemos conocido con fue el homicidio mediante incendio del matrimonio Lucksinger Mackay, al interior de su vivienda en Lumaco.


Pues bien, la existencia de sistemas de justicia paralelos o diferenciados para los pueblos indígenas permitirá que lo que hoy es considerado delito, deje de serlo en aras del reconocimiento a la identidad, cosmovisión, protección de sus tierras, y recursos entre muchos otros factores.


Francisco José Pinochet Cantwell

Doctor de Derecho

Profesor de Derecho Procesal Civil


Pontificia Universidad Católica de Chile


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