​Una nueva institucionalidad para el desarrollo nacional

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Mario Astorga

Las últimas 5 elecciones presidenciales han dejado en evidencia tres realidades que hacen muy difícil la gobernabilidad del país en el largo plazo: a) Carencia en nuestra clase política de liderazgos que convoquen y permanezcan a lo largo del tiempo y que puedan proyectar su obra transfiriendo apoyos a sus eventuales continuadores. Bachelet siendo de izquierda le entregó 2 veces el gobierno a la derecha, Piñera, siendo de derecha le entregó primero el gobierno a la izquierda y luego a la extrema izquierda; ni Frei ni Lagos consiguieron su reelección. Cada gobierno parece ser un “veranito de San Juan”, de corta duración. b) Los partidos políticos y muchos de sus dirigentes ponen sus acciones en lugares muy distintos a dónde están sus compromisos ideológicos; la táctica electoral suele pesar muchísimo más que la doctrina; prácticamente todos los movimientos políticos pueden ser sacados al pizarrón por sus incoherencias ideológicas: narco política, conseguir financiamiento desde los enemigos políticos, alianzas electorales inexplicables, defensas corporativas y/o silencios inaceptables frente a corrupciones evidentes, etc.. Esto ha provocado que los partidos políticos en los últimos años acumulen más renuncias que nuevos militantes. c) las grandes corrientes de pensamiento ideológico estatismo-comunismo-capitalismo-neoliberalismo-socialismo-socialdemocracia-humanismo cristiano, etc. se han comportado de manera extremadamente hermética en relación a los cambios de valores y costumbres a los que están sometidas las personas, las familias, las empresas y el medio ambiente, y han sido considerablemente lentos para absorber e interpretar los nuevos desafíos del escenario social, valórico, político, tecnológico y medioambiental.

Estas tres razones: falta de liderazgos políticos perdurables, la levedad de la coherencia doctrinaria que ha provocado una diáspora en los partidos políticos, y la incapacidad de las grandes ideologías para incorporar los cambios que han ocurrido en las personas y en la sociedad, han llevado a los ciudadanos a manifestar una gran movilidad electoral entre elección y elección. Todas las últimas elecciones han sido “liquidas”, es decir NO definidas, a pocos días de las votaciones. Un gobierno puede fácilmente pasar de ser apoyado por la mayoría a ser rechazado por una gran mayoría, etc.; adicionalmente, y no menos importante, sabemos que varios cambios de opinión de la ciudadanía son producto del uso de bigdata para manipular a los electores a través de las RRSS.

Para hacer la situación aún más compleja, en los últimos años ha aumentado el consenso sobre la complejidad y lentitud necesaria para el diseño de buenas políticas públicas, ya que estas normalmente deben: integrar distintas experticias y competencias de base, incluir bastos campos de información disponible pero dispersa entre varias fuentes, comprometer la cooperación de varias instituciones del Estado y del sector privado. Adicionalmente ha aumentado el consenso sobre la necesidad de potenciar, ampliar y transformar la participación ciudadana en la elaboración de políticas públicas y de incorporar a los propios beneficiarios para evitar/reducir los típicos errores de los diseños de escritorio, etc. Todo lo anterior puede resumirse en que la mayoría de las buenas políticas públicas requieran un plazo muy superior a los 4 años que dura un gobierno que, de acuerdo a la experiencia de las últimas 5 elecciones presidenciales, es el horizonte más probable de las coaliciones, dada la movilidad electoral de los ciudadanos señalada previamente.

Así las cosas, se hace muy difícil que un sector político permanezca en el poder el tiempo necesario para conducir procesos de largo plazo que nos permitan transitar los kilómetros que nos faltan para ser un país desarrollado.

Si Chile no cambia sus estructuras de decisiones de política pública es altamente probable que en los años que vienen sufriremos un frustrante estancamiento, ya que difícilmente una buena política de Estado se puede diagnosticar, definir, diseñar, e implementar en 4 años y que es probable que tengamos cambios de signo político cada 4 años.

Una salida posible, en un marco democrático, es que creemos instituciones colegiadas con responsabilidades medibles de largo plazo para cada una de las materias relevantes para el desarrollo nacional. Es decir, crear cuerpos político-técnicos colegiados, altamente calificados, entre los cuales se debe incluir siempre a usuarios y beneficiarios, cuya obligación es mirar el largo plazo en materias tales como educación, salud, medioambiente, desarrollo urbano y ciudad, innovación-fomento al emprendimiento y emprendedores, relaciones exteriores, prospectiva, etc.; no obstante que el manejo de la coyuntura en todas esas materias siga estando en manos del gobierno en ejercicio.

Se propone la creación de instituciones similares al Banco Central que decidan las grandes políticas de ESTADO en las principales materias que afectan el desarrollo nacional. Los Consejeros de esos organismos pueden durar 10 años en sus cargos (el primer consejo estar compuestos por algunos concejeros que duran 5 años y otros que duran 10 años), quienes no pueden ser reelectos-designados. Esos consejos delinearían la política de Estado en sus respectivas materias. El gobierno de turno podrá modificar parcialmente la orientación en cada materia, pero los arrojos refundacionales, propios de muchos gobiernos, tendrán menos probabilidad de ocurrencia.

Nuestra república se ha hecho con el aporte de miles de ciudadanos, políticos, técnicos, profesionales, usuarios y beneficiarios, y es preciso que siga siendo así. No podemos repetir la experiencia de establecer supramayorías o binominal o senadores designados para que una minoría pueda evitar los cambios que demanda la mayoría, con tal pertinacia, que se vuelvan a incoar las condiciones para un estallido social. Es necesario crear, a nivel de Estado, instituciones que vuelquen permanentemente su mirada al largo plazo, evitando que el triunfo coyuntural de un sector haga que el país desande cada cuatro años lo avanzado en el periodo anterior.

Al igual que en el Banco Central los consejeros que ocupen los cargos de las distintas instituciones (educación, salud, medioambiente, desarrollo urbano y ciudad, innovación y fomento al emprendimiento y emprendedores, relaciones exteriores y prospectiva) deben llegar a sus respectivas instituciones provistos de credenciales humanas, políticas, técnicas y profesionales reconocidas, los representantes de los usuarios y beneficiarios elegidos deben tener experiencia de participación en el diseño de instrumentos de política pública. Así Chile podrá construir un plan ESTRATEGICO de largo plazo para cada una de las áreas vitales para su desarrollo como nación.


Mario Astorga De Valenzuela

europapress