No a la inflación

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Javier FuenzalidaLa inflación azotó por generaciones a nuestro país. Más o menos desde 1870 cuando el fisco descubrió que podía financiar sus gastos imprimiendo billetes. No había Banco Central, pero disponía a de una imprenta, la Casa de Moneda, fundada en 1743. Hasta mediados del siglo XIX el dinero circulante dependía del stock de oro y plata que existiera en el país. La oferta estaba determinada por los yacimientos de esos metales y el valor del saldo neto de oro resultante del comercio de exportaciones e importaciones.

Los historiadores económicos han estudiado este fenómeno y ha logrado determinar cuándo comenzó el proceso inflacionario en el país. Varios estudios indican que apareció entre 1870 y 1880 cuando el estado comienza a emitir papel moneda, principalmente para cubrir déficit fiscales. La creación del Banco Central en 1925 se suponía que el país viviría una situación monetaria estable y sana. Sin embargo, la política fiscal continuó con grandes déficit financiado con créditos que el fisco se auto aprobaba, ya que el Banco Central era una dependencia más de la administración pública. En varias oportunidades el ministro de hacienda era a su vez presidente del banco. Cuando las arcas fiscales estaban vacías, cruzaba desde teatinos a Morandé y entraba al banco haciendo funcionar la maquinita.

El procedimiento era simple. El congreso aprobaba una ley que autorizaba al fisco a endeudarse con el banco con créditos de corto plazo. Como la suma de todos los créditos de corto plazo eran siderales, la misma ley (7.200) permitía que toda la deuda vigente se consolidaba en una sola deuda de largo plazo, a varios años, de modo que, no teniendo compromisos de corto plazo, procedía a emitir bonos que el banco compraría fabricando más billetes.

Como la inflación era alta, 20% y la deuda no era reajustable, cuando esta vencía en 3m 5 o más años, tenía un valor depreciado de casi cero, con lo que el fisco la pagaba sin mayor problema. El gobierno sostenía que el nuevo dinero que también compartía con instituciones fiscales de fomento, generaría una mayor producción, de modo que no habría efecto inflacionario. Era la teoría del efecto real del dinero (real bill doctrine), Mas falsa que Judas, el menos en Chile.

De ahí que la constitución de 1980 estableció la autonomía del Banco Central y la prohibición de este de otorgar créditos al fisco. El nuevo Banco Central adoptó un plan de estabilización de precios que tomó cerca de 10 años hasta lograr establecer una meta permanente de inflación entre 2 a 4 % anual. No es cero debido que es casi imposible establecer una inflación nula de largo plazo. Felizmente esa meta ha sido ampliamente cumplida y para quienes vivieron años con inflaciones de 20 a 30 %, o de 83 % en 1955, y 606 % en 1973 ahora es como vivir sin inflación.

Recientemente, y a raíz de la nueva constitución que deberá regirnos, algunos políticos de la izquierda están propiciando restablecer la hegemonía del ejecutivo sobre el banco central… para fabricar dinero para financiar un presupuesto fiscal más allá de los ingresos tributarios del gobierno.

A raíz de los tres retiros de los fondos previsionales desde las AFP, la primera víctima ha sido la violación de la meta de inflación entre 2 y 4 %. Las AFP debían salir a vender parte de sus inversiones para cubrir los retiros. En el primero us $ 21.128 millones, us $ 16.764 millones en el segundo y us $ 12.033 en el tercero, en total US $ 49.925 millones, equivalentes al 68 % del presupuesto fiscal actual.

La liquidación de parte de la cartera de valores de las AFP habría producido un grave desequilibrio en el mercado financiero, ya que el precio de los valores habría caído significativamente (y un alza correspondiente en la tasa de interés), en medio de una situación depresiva acompañada del COVIT. De ahí que, para evitar la hecatombe, el Banco Central decidió comprar esas cartera, obviamente pagando con emisión de dinero, lo que además permitiría reactivar la economía que en esos momento indicaba una tasa de desocupación del 12,9 % y una actividad económica, medida por el IMACEC, decreciente, por lo tanto el aumento en la oferta de dinero no tendría efectos inflacionarios. El IPC se mantendría en el rango de 2 a 4 % %.

Vino el segundo retiro y el tercer, y se mantuvo la política de la política monetaria expansiva logrando la esperada reactivación. Desde mayo pasado la desocupación ha comenzado a disminuir del 10 % a 8.4 % en octubre pasado y el IMACEC ha mostrado una importante expansión de dos dígitos, 14,8 % en septiembre. La última medición de PIB trimestral de abril-junio muestra un inédito crecimiento del PIB de 18,1 %.

El problema real es que las reacciones de las diferentes variables macroeconómicas no son uniformes ni instantáneas. Por ejemplo, las expansiones de la oferta de dinero en las proporciones observadas en estos meses, si bien está empujando la economía hacia una recuperación, el impacto sobre los precios puede repartirse en forma de creciente hasta más o menos 18 meses a partir del momento de la emisión. Así la inflación de 6 % detectada en octubre es producto de los aumentos pasados en la oferta de dinero y de no moderarse esa expansión podrá continuar presionando los precios al alza durante gran parte del 2022.

¿Había otra opción? Desgraciadamente no. El Banco Central actuó en forma correcta, reconociendo que los efectos expansivos del dinero son imprevisibles en cuanto a los meses en que estará presionando el nivel de precios.

De ahí que es probable que al revertir la política expansiva viviremos un período, no sabemos cuan prolongado, con altas tasas de interés en relación a las que se observaron en los meses pasados.

¿Volver a un Banco Central manejado por el ejecutivo? Por ningún motivo. Fueron varias generaciones de chilenos los que vivimos con altas tasas de inflación que afectaron el crecimiento y el bienestar del país producto de la irresponsabilidad e ignorancia de los políticos.


Javier Fuenzalida A.

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