Cuidado con el IVA

|

Germu00e1n Pinto


En la discusión (no digamos debate) de cómo solucionamos los problemas sociales con mayores impuestos, ha surgido la idea de bajar la tasa del IVA a ciertos productos como los combustibles, productos sanitarios, hotelería y funerarias, como así también dejar una tasa mucho más baja para productos básicos como pan, harina, leche, quesos, algunas verduras, libros y medicamentos. Se plantea esta idea para ayudar a la población más necesitada en el consumo de productos esenciales, produciendo un alivio en las economías domésticas.

Como toda propuesta social, sus fundamentos son muy bien intencionados, pero hay que tener cuidado con su implementación pues hay muchos aspectos técnicos a considerar y evitar, como se ha hecho costumbre en nuestro país, que el facto “político” prime; máxime si estamos próximo a un proceso eleccionario antecedido por volátiles encuestas.

Tal como ya señalé hace muchos años, en mi Columna Tributaria publicada en Revista Gestión de julio del año 2002, el IVA es regresivo porque tiene una tasa pareja que afecta a todos los consumidores, afectando más a quienes destinan todos sus ingresos al consumo, siendo obviamente, los sectores más socialmente necesitados de nuestro país.

Por otro lado, el IVA es de fácil fiscalización y aporta aproximadamente la mitad de la recaudación fiscal del país. Es decir, recauda, aunque duela.

En mi opinión, la tasa actual del 19% es alta para la realidad chilena, pero ha llegado hasta esa tasa producto de continuos cambios que no se sustentan claramente en el efecto económico que hayan generado.

El año 1988, la autoridad económica de la época, motivada por la necesidad de activar la economía de nuestro país que estaba levantándose lentamente de la gran crisis de inicio de los años ochenta, bajó la tasa del IVA de un 20% a un 16%, baja potente que esperaba frenar la inflación de esos años, situación que no ocurrió.

En el año 1990 sube transitoriamente a un 18%, argumentando la necesidad de financiar las políticas fiscales de la nueva autoridad política que asumía en esos años. Luego se planteó bajar la tasa a un 17%, hecho que no ocurrió porque en el año 1993 se dejó la tasa del 18% como permanente. En el año 2003, también por temas sociales, se estableció una tasa transitoria de 19%, pero en el año 2006 se dejó en forma permanente.

¿Es posible asegurar que la disminución de la tasa en los años ochenta produjo una baja en los precios? No.

¿Es posible asegurar que el aumento de la tasa generó un aumento en la recaudación fiscal? No directamente, porque también se conjugaron otros factores que no permiten asegurar que el IVA haya influido fuertemente en la mantención de la recaudación fiscal del país.

La historia no nos permite asegurar la eficiencia del IVA como herramienta recaudatoria o incentivadora de la actividad económica. Sin embargo, es posible intervenir a la economía del país considerando los argumentos técnicos que se aplica a este tributo.

El IVA tiene un juego de créditos y débitos que lo hace eficiente por el auto cuidado que “teóricamente” impele al contribuyente al cumplimiento tributario. Sin embargo, por mi experiencia como contador puedo afirmar que el comerciante común está totalmente alejado de entender este mecanismo y siente que el IVA que ha cobrado al cliente es parte de sus ingresos y que el IVA que ha pagado cuando él ha comprado los artículos o insumos que necesita para su negocio, es un exceso que no está dispuesto a pagar.

El hecho de generar distintas tasas puede generar distorsión en este teórico proceso virtuoso de créditos versus débitos, como también generará mayor complejidad en la fiscalización. Sin embargo, esos problemas son solucionables y asumibles si realmente se produce una baja en los precios de bienes de consumo básico que realmente beneficiarán a la población más menesterosa de la sociedad chilena, asumiendo eso sí, que esa baja de precios también beneficiará a los consumidores de esos bienes que no tienen o no sufren las carencias sociales de los sectores más desposeídos, es decir, las bajas en los precios de ciertos productos generarán una ayuda a sectores pudientes del país.

Como se puede apreciar, el IVA es un tributo caprichoso que no resulta eficiente a la hora de manipularlo con un objetivo particular, porque siempre generará alguna disconformidad o alguna distorsión que debe ser ponderada y analizada con las herramientas que la teoría y la experiencia empírica aportan. Sin embargo, considero que es una alternativa que debe ser analizada, pero en el contexto de una reforma tributaria completa que realmente satisfaga las necesidades sociales que tenemos como país.


Prof. Germán R.Pinto Perry

Director Magíster en Planificación y Gestión Tributaria

Centro de Investigación y Estudios Tributarios-NRC

Universidad de Santiago

europapress