​Más bufones y menos cortesanos

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GonzaloJimenez


Más allá de trajes de colores y particularidades físicas, los bufones de todos los tiempos tienen una característica que necesitamos para enfrentar esta crisis: el sentido del humor como herramienta para decir lo que otros no se atreven. “Los bufones son creativos, innovadores, flexibles, y desafiantes – estas calidades están en el corazón de su ser, y el humor es a menudo simplemente la envoltura que ellos usan para disfrazarlo y hacerlo aceptable”(Fools Are Everywhere: The Court Jester Around the World By Otto, Beatrice K.)

Aunque el bufón de las cortes europeas es tal vez el que más nos resuene, estos personajes incómodos son una figura universal que tuvieron versiones locales en la antigua China, el antiguo Egipto, el Imperio mogol de la India, Imperio Romano, África, América precolombina y Australia.

Sea como personaje o rol, los bufones tienen la capacidad de hablar sin adular y aconsejar sin miedo. Esto lo logran porque se mueven desde los bordes y eso les da libertad para mirar distinto. Cortesanos, ministros y más de algún familiar o funcionario de gris y mangas negras reclamará y confabulará en su contra, pero su franqueza es imprescindible en esta crisis: ¡necesitamos que nos digan si es que vamos desnudos! Como en el cuento “El traje nuevo del emperador”, requerimos de esas voces “de niños”, “locos” y “valientes” y no la complicidad aduladora que nos protege falsamente.

Erasmo de Rotterdam subraya la importancia de los bufones como revelador o espejo grotesco en Elogio de la locura XXXVI: “Los reyes no sólo acogen con placer las verdades, sino también hasta las injurias directas, y se da el caso de que aquello que dicho por un sabio se habría castigado con la muerte, produzca en labios de un tonto un increíble contento “.

No hay nada más serio que el sentido del humor. La transgresión que producen “los bufones” cuestiona los supuestos, trasgrede los acuerdos dañinos, contribuye a reinterpreta realidades y nos moviliza hacia nuevos territorios. Muy lejos de trivializar el momento difícil que estamos viviendo como humanidad, la invitación es a desarrollar una mentalidad flexible, a escuchar a las personas que nos hablan desde supuestos distintos a los nuestros y abrirnos para deconstruir falsas seguridades para generar nuevas conversaciones.

El humor, me dicen los que saben, nos distiende, fortalece la confianza y estimula la creatividad. Todos estos aspectos se agradecen cuando vivimos con tanta tensión como sociedad, sufrimos de críticos niveles de desconfianza y observamos día a día retraerse nuestra amistad cívica. Por eso todos los talleres y sesiones interactivas que he venido realizando por años en los cinco continentes, parten invariablemente con una pedida triple: opinar con respeto, cuidar la confidencialidad (aplicando la “Chatham house rule” de sentirnos a autorizados a mencionar el milagro, pero no el santo) y la más importante: darle espacio y valor al sentido del humor, para ayudarnos a descubrir el absurdo de tantas de nuestras dificultades reales e imaginarias.

Con admiración y respeto, nombro como bufón insigne al anti solemne Nicanor Parra, como ejemplo. Se comió a todas las vacas sagradas y nos remeció por más de 100 años (y lo seguirá haciendo). Aunque después de la polémica muestra “El Pago de Chile” él dijo que era un conciliador, nada me parece más provocador que su arte.

Cada día nos acercamos más al peligroso abismo de convertirnos en “un país de tontos graves”, los cortesanos velan incansablemente por ello, por esta razón más que nunca necesitamos al viejo bufón, clown, jongleur, joculator, sot, scurra, fou, fol o como quieran llamar a esos seres creativos que con su agudeza y sentido del humor nos muestran las sombras mirándonos a los ojos.


Gonzalo Jiménez Seminario

CEO Proteus Management & Governance,

profesor de ingeniería UC & CGCUC

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