Error de diagnóstico

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Mario astorga (columnista)Se observa qué tanto los grupos que está gastando ingentes recursos a favor del APRUEBO como del RECHAZO a la nueva Constitución tienen un profundo error de diagnóstico. Todas las encuestas indican que la gran mayoría de la población tomó una decisión. El porcentaje de indecisos en todas las encuestas conocidas fluctúa entre el 6 y el 10%, por ende la pregunta que debieran hacerse los partidarios del RECHAZO es ¿Qué argumentos se le deben entregar a los partidarios del APRUEBO para que cambien de opinión?; sin embargo las campañas que se han visto hasta el momento parecen decir, ¿Cómo hago que la gente de a pie le tenga miedo al proceso constituyente? Hiere la inteligencia de la gente el que vinculen la aprobación de una nueva Constitución a VIOLENCIA e incertidumbre y que el rechazo implique la PAZ, sobre todo si es bajo la actual Constitución que se han producido los hechos de violencia que el Estado no ha sido capaz de manejar.

Otro expediente utilizado en las campañas del RECHAZO es el de Chilezuela, que bien le sirvió a ese sector para ganar las presidenciales, pero Chile es otro. Los chilenos saben que la gran mayoría de los actos de violencia y saqueo han sido cometidos por delincuentes comunes, narcotraficantes y anarcos que “se aprovecharon” de las demandas sociales para sus propios objetivos. Hay un pequeño grupo de la “primera fila” entrenados por los partidos y movimientos más radicales que les gusta creerse revolucionarios porque queman iglesias, supemercados, farmacias, paraderos de micros y estaciones del Metro de los barrios más vulnerables; pero la gran mayoría que apoya las demandas sociales no se siente ni identificada ni vinculada con los violentistas.

Otro argumento que se está utilizando es “el vacío jurídico” que se produciría mientras se discute la nueva Constitución, a lo cual algunos dirigentes de extrema izquierda, consciente o inconscientemente contribuyen. Ese argumento se contradice con la campaña inicial del RECHAZO según la cual ninguna de las leyes importantes tiene que ver con la Constitución. Entonces ¿Con cuál postura se quedan? ¿Habrá incertidumbre jurídica o la constitución no afecta la gran mayoría de las leyes?

En los últimos días he escuchado y leído a personas que dicen “rechazar para reformar”. Es decir, reconocen que la Constitución requiere cambios, pero van a esperar que gane el rechazo para ofrecerle esos cambios al país. ¿Quién podría creer eso? Si están comprometidos con cambios concretos a la Constitución el momento de ofrecérselos al país es AHORA; una vez enunciados y comprometidos con la opción APRUEBO, posiblemente no sea necesario el proceso constituyente desestabilizador que tanto los asusta. Tienen la herramienta en las manos para evitarlo.

Las Supramayorías y el rol subsidiario del Estado son el principal fruto de la discordia entre ambas posturas, y ambas tienen soluciones relativamente fáciles. Es lógico que quienes tienen acciones en un orden institucional que les ha sido benéfico crean que “entregar” las supramayorías es dispararse en los pies, por muy antidemocrático que parezca que un tercio, que quiere evitar ciertas reformas, pese más que dos tercios, que las quieren implementar. El argumento que esgrimen, que no deja de tener razón, es que un liderazgo arrasador, circunstancial, puede lograr el 66% y aprobar reformas de las que Chile se tenga que arrepentir cuando ese liderazgo tarde o temprano decline. La solución es simple. Algunas modificaciones a la Carta fundamental debieran requerir la aprobación de dos legislaturas seguidas. Si un liderazgo arrasador es capaz de mantener tal categoría más de 4 u 8 años significa que ya no es un liderazgo temporal, sino uno que está dando respuestas a las necesidades de la población, lo que es un tremendo desafío dado el nivel de infidelidad política que se está observando en Chile y el mundo.

Con respecto al rol subsidiario, comparto que el Estado no puede autodespojarse de instrumentos que le permitan alcanzar el bienestar de la población. Hay tareas permanentes como la Defensa, pero también hay tareas que podrían ser transitorias, por ejemplo, la educación, las pensiones y la salud. Como existe la experiencia que muchos impuestos y programas transitorios finalmente se convirtieron en permanentes a pesar de su ineficiencia para satisfacer el objetivo establecido, la transitoriedad debe ser controlada y contrastada con la eficiencia que el sector privado pueda aportar al uso de los recursos públicos y de allí derivar si la solución debe seguir siendo parcial o totalmente pública o privada. Entiendo que la gran mayoría de la población ya superó los traumas ideológicos entre “la ineficiencia per se” de lo público y el “lucro abusivo” de lo privado con recursos del Estado. Hay muy buenos ejemplo en contrario de ambas hipótesis.

Los que promueven el APRUEBO parecen estar tan confundidos como los de RECHAZO. En vez de preguntarse ¿Cómo aumentar la tasa de apruebo?, parecen concentrados en asustar a los que votan RECHAZO, exacerbando lo ilegítima de la Constitución de Pinochet, a pesar que esta, en los 40 años que tiene de operación, recibió objeciones solo de una pequeña minoría de la población y que un Presidente de la República, socialista, declaró que ya era plenamente democrática. ¿Cómo la Nueva Constitución se convirtió en pocos meses en la primera prioridad de la gran mayoría de la población? Es una pregunta que queda pendiente de resolver. Lo grave es que quienes quieren partir con una hoja en blanco no han sido capaces de ponerse de acuerdo en cuales son las principales trabas al desarrollo sostenible e inclusivo que encuentran en la actual Constitución. Pareciera que creen que la población está tan comprometida con el cambio de algo que no conocen, que basta repetir esfuerzos publicitarios de la épica del SI, la alegría ya viene del plebiscito de 1989, sin observar que son otros tiempos, que los ciudadanos están más empoderados que entonces y no les basta que le ofrezcan participar libremente en el proceso constituyente, sino que se les responda como ese proceso redundará en solucionar los problemas más apremiantes para los más vulnerables: salud, educación y pensiones. Y TODOS parecen tener claro que esas soluciones no dependen ni de la actual ni de la nueva constitución. Falta entre los que apoyan esa opción el ponerse de acuerdo en un listado de las principales materias que quisieran cambiar y que la actual constitución se los prohíbe.

Este error de diagnóstico de los que están participando en las campañas del APRUEBO y RECHAZO puede llevar a que los porcentajes de uno y otro tiendan a disminuir y termine aumentado, sin voto obligatorio de por medio, la abstención, los votos nulos y blancos. Otra consecuencia de la falta de análisis de la mal llamada clase política.   


Mario Astorga De Valenzuela

europapress