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Luis Riveros |
La protesta continúa esgrimiéndose como la amenaza potencial mayor contra el nuevo gobierno, así como lo fue para el gobierno saliente. Protesta que acude a la calle casi como un rito simbólico de disconformidad pacífica con lo que acontece
Existe una notoria separación entre las promesas que se sostienen a nivel de la discusión política, y la factibilidad real de las mismas en materia de su financiamiento.
Se ha reseñado con insistencia, a lo largo de todos estos últimos años, que la principal debilidad presente en nuestra sociedad radica en las fallas de la educación. Poco, casi nada, se ha dicho sobre esto en los recientes debates políticos y en los anuncios de las nuevas autoridades.
El comienzo del nuevo año requiere evaluar el camino recorrido recientemente, y un pensamiento sobre los avatares que nos esperan en el período que comienza. Sobre lo primero, quedan sensaciones mezcladas sobre la marcha el país y lo que ello implica para cada uno de nosotros.
El país ha tomado democráticamente una decisión sobre la nueva administración de gobierno para los próximos 4 años. Lo que ahora corresponde es mirar hacia el futuro, y asegurar que los múltiples obstáculos que se harán presente se puedan sortear con el mayor de los éxitos por parte de la nueva administración.
Sin lugar a dudas un tema central en los actuales debates presidenciales es el referente al sistema de pensiones. Sabemos muy bien que en esta materia el país presenta un déficit significativo de decisiones necesarias para corregir y mejorar los resultados que se han estado observando.
El país enfrenta una decisión política muy trascendental que ocurrirá a través de la confrontación de dos visiones polares de nuestros problemas y de las alternativas para enfrentarlos.
Ciertamente los resultados electorales del domingo último fueron sorprendentes en bajo variadas consideraciones. En primer lugar, porque mostraron que las encuestas (las más renombradas, por cierto) mostraron con realismo el marco de resultados obtenidos a nivel de la elección presidencial.
El centro político siempre ha sido siempre un factor gravitante y decisivo en el ordenamiento político chileno. Cuando ha fallado, se han cernido crisis institucionales y políticas de gran magnitud.
Sinceramente creo que tenemos que pedir perdón a las generaciones venideras por el lastimoso estado en que estamos entregándoles nuestro país.