Lorenzo Reyes Bozo



Lorenzo Reyes Bozo

El reciente apagón que afectó a gran parte del territorio nacional dejó al descubierto una realidad innegable: el sistema eléctrico chileno es vulnerable y requiere con urgencia inversiones en infraestructura y resiliencia. La falla expuso la fragilidad de la red de transmisión y la falta de redundancias que permitan amortiguar eventos críticos sin afectar a millones de usuarios. Sin embargo, este problema es solo la punta del iceberg de una crisis estructural que podría comprometer el futuro energético del país.

El hidrógeno de bajas emisiones es clave en la transición energética, ya que su versatilidad como vector permite reducir la dependencia de combustibles fósiles y avanzar en la descarbonización de distintos sectores. Chile tiene un gran potencial para liderar esta nueva industria gracias a su abundancia en fuentes renovables y a los altos factores de planta en el Desierto de Atacama y Magallanes para proyectos solares y eólicos.

En Chile, el panorama de la electromovilidad también muestra avances significativos. En 2024, las ventas de autos eléctricos aumentaron un 183%, alcanzando las 4.500 unidades. Este crecimiento se debe, principalmente, a la mayor oferta de modelos y una reducción en los precios, lo que hace a los vehículos eléctricos más competitivos frente a los tradicionales.

Desde el punto de vista de gobernanza y participación multiactor, en el Plan de Acción de H2V la incorporación de una variedad de actores en la gobernanza del hidrógeno verde es, sin duda, una de sus fortalezas.

Recientemente se conmemoró el Día Internacional de la Tierra, una fecha establecida por la ONU para fomentar la conciencia global sobre temas críticos como la contaminación, los efectos de la sobrepoblación en la biodiversidad y los ecosistemas, la crisis climática actual y otros desafíos ambientales esenciales para la preservación de nuestro planeta. Lamentablemente, este día transcurrió sin mayor trascendencia en nuestro país, dejándonos preguntar: ¿aún estamos a tiempo de salvar la Tierra?

La urgencia de la crisis climática actual ha impulsado una carrera desenfrenada hacia la adopción de energías renovables y la electrificación de sectores productivos clave. En esta transformación energética, el cobalto, denominado a nivel mundial como “oro azul”, emerge como un recurso imprescindible. 

En respuesta a la urgencia de descarbonizar frente a la crisis climática, Chile ha experimentado un notable avance en la explotación de fuentes renovables de energía, especialmente la solar. Durante la última década, la implementación de sistemas fotovoltaicos ha florecido en el norte del país, donde los índices de radiación solar son los más altos del planeta. Este impulso se extiende ahora al centro-sur, específicamente en las regiones de O'Higgins, Maule y Ñuble, que presentan un potencial solar comparable al de países europeos con tecnologías avanzadas.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), fueron establecidos por las Naciones Unidas en el año 2015. Se definieron 17 ODS, los cuales, están integrados, pues las acciones en un área tienen impactos en las otras. Los ODS plantean el desarrollo de los países de manera sustentable, con un avance equilibrado entre los ámbitos económicos, sociales y medioambientales. El objetivo último de los ODS es poner fin a la pobreza, proteger a nuestro planeta y garantizar que para el año 2030 todas las personas disfruten de paz y prosperidad. En este contexto, ¿cuál es el rol de la Ingeniería para el cumplimiento de los ODS? 

De acuerdo con las estadísticas del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), en 2022 la producción mundial de litio alcanzó las 130.000 toneladas métricas. El podio, está liderado por Australia que representa un 46,9% de la producción mundial, seguido por Chile (30%) y China (14,6%).

Distintos estudios científicos, como el reciente reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), plantean que el calentamiento global se está acelerando de manera vertiginosa.