Luego de las elecciones del próximo domingo 14 corresponderá preguntarse acerca del curso futuro de las políticas aplicables en distintos campos. Primero que nada, habrá que reseñar la continuidad del régimen democrático, en el sentido de que debe prevalecer una abierta disposición a diálogo y acuerdos sobre los temas más decisivos para Chile. El verdadero respeto ante el pronunciamiento de los chilenos, cualquiera que el mismo sea, se debe manifestar en pro de la estabilidad democrática y de acuerdos sobre las problemáticas básicas que nos afligen. No es sólo cuestión de declaraciones formales, sino de hechos que deben condicionar la marcha del país con estabilidad y objetivos comunes. No es aceptable, por ejemplo, que dentro de las posibilidades esté el utilizar las movilizaciones sociales para alcanzar objetivos de derrocamiento del poder ejecutivo, así como ocurrió con las llamadas protestas sociales. La deslealtad con la democracia debe aislarse y castigarse debidamente, puesto que la estabilidad del país se pondrá así en juego. No es necesario un estatuto de garantías, como aquel que hace ya más de 50 años no fue cumplido y llevó al país a una de las peores catástrofes políticas. Dicen que esto no podría ser posible ahora, pero el homenaje que el propio Congreso rindió a los participantes de la “primera línea” en las protestas octubristas dice lo contrario, y pone a prueba las declaraciones como enfrentadas con las acciones de grupos de interés.
Tres prioridades deberían concitar el acuerdo de las fuerzas políticas bajo la guía del nuevo gobierno y con base a su propia agenda. El necesario diálogo post elecciones, debe conducir a un acuerdo en el sentido de los grandes objetivos que busca el país, dejando al nuevo gobierno la responsabilidad de fijar las políticas y medios para alcanzarlos. Tres parecen ser estos objetivos principales, de acuerdo a lo que se escuchó de los mismos candidatos. Primero, actuar con prontitud y eficacia para terminar con la inmigración ilegal, estableciendo los medios para expulsar a los ilegales e instaurar una seria política de control fronterizo. Segundo, otorgar mayores recursos para combatir el delito que mantiene alarmada a la población en todo Chile, lo cual implica la persecución firme a las acciones del narcotráfico con un verdadero fortalecimiento del sistema policial y judicial. Tercero, el país necesita priorizar las políticas sociales, especialmente las que van en apoyo a la niñez y la ancianidad, poniendo énfasis en los subsidios a la educación preescolar, como asimismo manteniendo y fortaleciendo los servicios de salud y las pensiones. Estos tres temas básicos han sido mencionados por las candidaturas presidenciales, y es posible que las diferencias estén en los modos de financiarlos y en las formas de implementarlos. Temas no menores, puesto que tras ella radica la diferencia más bien ideológica sobre el financiamiento del Estado, la política tributaria y el gasto público.
La cuestión de fondo radica en estos aspectos fundamentales. Pero es también necesario no olvidar dos temas que provocan serias discrepancias ente las miradas políticas, especialmente porque envuelven decisiones con perspectiva de largo plazo. Uno de ellos es educación, puesto que Chile no puede seguir sustentando un sistema que mal prepara a nuestros jóvenes para la vida y para su desempeño en la sociedad del conocimiento y en que la educación pública no es considerada el arma más poderosa para la movilidad social. El otro tema es la regjonalización efectiva del país, para terminar con las diferencias que pospone el desarrollo regional y se promueva efectivamente la inversión que se necesita para avanzar hacia un plano de mayor equidad. Ambas temáticas requieren decisiones con mirada de largo plazo, ya que nadie podría pensar que el esfuerzo que se inicie hoy podrá rendir resultados sino en una década o más.
Chile elegirá bien, poca duda cabe. Y lo hará lleno de esperanzas porque exista acuerdo en marchar con la mirada puesta en el futuro. Porque cree en el diálogo y el entendimiento, porque pone su mirada en las generaciones que vienen y sus reales posibilidades de estar en un país que marche con sólidas perspectivas de un mejor futuro.
Prof. Luis A. Riveros
Universidad Central