Durante años, se entendió la discapacidad como una condición individual de la persona, una limitación física, sensorial o intelectual que afectaba su desarrollo pleno. Hoy, ese enfoque ha cambiado, y la discapacidad no se explica solo desde el cuerpo o comportamiento, sino desde la relación entre la persona y su entorno, y este puede incluir, como también, excluir.
Para muchos, el entorno es un espacio de desarrollo. Para otros, especialmente para las personas con discapacidad, ese mismo entorno puede transformarse en lo que aquí llamaremos un entorNO.
Cuando hablamos de entorno, nos referimos al espacio físico, social o laboral en el vivimos. Es el conjunto de condiciones que rodea a una persona, una organización o una comunidad, los cuales influyen en cómo actuamos, nos relacionamos y proyectamos nuestras capacidades.
Aunque muchas veces se habla de entorno y contexto como si fueran lo mismo, hay diferencias. El entorno suele ser más estable, más permanente. El contexto, en cambio, es una circunstancia puntual, una situación concreta en un tiempo y lugar determinado. En el entorno se habita; en el contexto se transita, y siempre debemos tener ambos en vista, ya que el contexto puede ser un movilizador para que el entorno se modifique.
En la vida de cualquier persona hay diferentes entornos, pero dos de ellos especialmente determinantes, el social y el laboral. El primero está compuesto por la familia, los amigos, la comunidad y redes de apoyo, influye en cómo pensamos, cómo sentimos y qué oportunidades tenemos. Un entorno social inclusivo puede empoderar; uno excluyente puede limitar profundamente el desarrollo de una persona.
El entorno laboral, por su parte, tiene un peso enorme en la vida adulta. No solo por razones económicas, sino también porque influye en nuestra autoestima, en nuestro sentido de pertenencia y en nuestras relaciones. Este entorno abarca desde lo físico, el espacio, el mobiliario, la accesibilidad, hasta lo emocional, el clima organizacional y las relaciones entre compañeros de trabajo.
La pregunta es, ¿cómo se vive el entorno con una discapacidad? Una persona usuaria de silla de ruedas que no puede entrar a un edificio. Una persona sorda a la que no se le ofrece interpretación en lengua de señas. Un profesional ciego sin acceso a tecnologías adaptadas. Una organización que no trabaja su cultura inclusiva ¿Es su limitación lo que restringe su participación o es el entorno el que no está preparado para recibir a todas las personas y genera la discapacidad?
Según la Encuesta de discapacidad ENDISC II, el 72% de la población con discapacidad percibe que, el entorno es una barrera para su desempeño y participación, y no su limitación, por tanto, es en ese momento donde el entorno deja de ser una plataforma de desarrollo y se convierte en un obstáculo constante. Se transforma en un entorNO, y es ahí donde nace la discapacidad.
La clave para lograr una mayor participación de la población con discapacidad en los distintos contextos, es la adaptación de los entornos. No podemos hablar de igualdad si el acceso es desigual. No podemos hablar de inclusión si las barreras físicas, sociales, comunicacionales, culturales siguen estando ahí.
Si sabemos entonces que el entorno son los objetos, espacios, los servicios y actividades, los trenes, hospitales, colegios, carreteras, parques, centros comerciales, museos, cines, los sanitarios, todo, absolutamente todo lo que nos rodea, entenderemos que el entorno sí importa y mucho, y según cómo lo pensemos, podremos amplificar el potencial de las personas o restringirlo por completo.
¿Entorno o EntorNO? la diferencia está en nuestras decisiones. La inclusión es un derecho y comienza con el diseño de entornos pensados para todas las personas.
María Paz Wagner
Coordinadora Nacional de Vinculación y Proyectos de Inclusión Laboral
Fundación Down UP.