La noticia de que China ha acumulado reservas de oro por US$ 253.800.000.000, mientras reduce sistemáticamente su tenencia de deuda estadounidense representa más que una fluctuación financiera: es un síntoma de un cambio relevante en el orden económico global que tendrá profundas implicancias para el mundo y, muy particularmente, para economías abiertas como la Chilena.
Durante décadas, el dólar estadounidense ha sido la moneda de reserva indiscutida, la columna vertebral del sistema financiero global. Este estatus no era solo una ventaja económica para Washington, sino también un pilar de su influencia geopolítica. Lo que hoy presenciamos es el lento pero inexorable declive de esta hegemonía, un proceso que se acelera con cada medida de diversificación implementada por potencias como China y otras economías emergentes.
Para el mundo, esta transición implica una redistribución del poder financiero que probablemente conducirá a un sistema multipolar, donde el yuan digital, el euro y posiblemente nuevas monedas digitales de bancos centrales compartirán el escenario con el dólar. Este pluriverso monetario podría ofrecer mayor estabilidad a largo plazo, pero la transición será volátil. La economía global navegará por aguas inexploradas, donde las reglas del juego deberán reescribirse y los mecanismos de cooperación internacional deberán reforzarse para evitar crisis sistémicas.
Para Chile, esta transformación conlleva tanto oportunidades significativas como riesgos sustanciales. Como economía pequeña, abierta y dependiente de las materias primas, tradicionalmente vulnerable a los vaivenes de las divisas y los tipos de interés internacionales, este nuevo escenario nos coloca ante una encrucijada estratégica.
Por un lado, la diversificación monetaria podría beneficiarnos. La posibilidad de comerciar con China y otros socios asiáticos en yuanes en lugar de dólares podría reducir costos de transacción y dependencia de los ciclos financieros estadounidenses. Nuestras exportaciones de cobre, litio y otros minerales estratégicos para la transición energética podrían encontrar mercados más estables y diversos.
Sin embargo, el riesgo es palpable. La transición hacia un sistema multipolar probablemente genere volatilidad en los mercados de commodities, precisamente aquellos de los que dependen nuestras cuentas fiscales y nuestro crecimiento económico. Las guerras monetarias entre grandes potencias rara vez dejan indemnes a las economías emergentes.
Chile enfrenta el desafío de navegar esta nueva realidad con inteligencia estratégica. Debemos fortalecer nuestras instituciones económicas, diversificar no solo nuestros productos de exportación sino también nuestros mercados destino, y explorar acuerdos financieros que nos protejan de la volatilidad cambiaria. La acumulación de reservas propias, incluyendo oro, debería ser parte de una estrategia prudente de gestión macroeconómica.
El ocaso del dólar como moneda hegemónica no es el fin del mundo, pero es el fin de un mundo tal como lo conocimos. Para Chile, la preparación para esta nueva era no es una opción, sino una necesidad imperiosa. Nuestra histórica estabilidad económica dependerá de nuestra capacidad para adaptarnos a un panorama global que cambia rápidamente, donde la única constante será la incertidumbre y la necesidad de una gestión económica ágil y visionaria.
Dr. Francisco Javier González Puebla
Director Carreras Administración
CFT-IP Santo Tomas – Viña del Mar