Defender la esencia universitaria

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Luis Riveros

La misión universitaria se puede condensar en lo esencial en el propósito de “crear y diseminar conocimiento”. Las distintas instituciones se preocupan de detallar los objetivos específicos y las audiencias a las que está dirigido su hacer académico. Pero en general, aceptemos que toda institución universitaria debe tener a la investigación, o creación de nuevo conocimiento, y la docencia de pre y posgrado, como los elementos más esenciales de su trabajo, los cuales en definitiva llevan a la consideración del concepto de calidad con que deben ejecutar esas tareas. A ello se une la vinculación de la entidad universitaria con el medio en que se desenvuelve, y las tareas de gestión que les son propias. Los vigentes sistemas de aseguramiento de calidad, que en sentido estricto se refieren al rol del Estado como garante de la entrega y desenvolvimiento de los productos del hacer universitario, se centran en la evaluación ponderada de los resultados asociados al trabajo de investigación y docencia, junto a la gestión y la vinculación con el medio. Todo esto es una materia bien asumida por parte del sistema universitario chileno, el cual figura en forma aventajada a nivel regional y mundial, dado el número de instituciones que figuran destacadas en los distintos rankings que, con diversos criterios, miden la relevancia y pertinencia del trabajo académico.


Se ha puesto de relieve en las discusiones de los últimos días, la necesidad de apertura en el trabajo universitario como ingrediente fundamental en busca de mayor calidad. Se ha argumentado que, contrariamente, en muchas instituciones, y en grado diverso, se acude a criterios ideológicos para fijar las prioridades de desarrollo y el producto del trabajo académico. Se ha aludido a la falta de diálogo que ocurre al interior de las entidades universitarias, puesto que se ha buscado homogeneizar el componente académico en términos de excluir posiciones u orientaciones, que son consideradas “inconvenientes” o “poco pertinentes” al hacer de la institución. Esta forma de entender el trabajo académico excluyendo a las visiones menos compartidas o trasgresoras de la orientación institucional o convicciones ideológicas que las fundamentan, se convierte en una fuente de exclusión y de intolerancia inaceptable en el mundo del conocimiento. Y lo que es peor, se acusa también que el propio trabajo de investigación o docencia se ve forzado a encuadrarse dentro de ciertas categorías valóricas o ideológicas, que a menudo poco tienen que ver con los temas académicos.


Es evidente que tienden a haber ideas dominantes en materia académica, en las distintas disciplinas. Dominancia que surge de la relevancia, profundidad y extensión del trabajo académico, más no de autoimpuestos bordes para la consideración de ideas no pertinentes o enfoques no compatibles con el hacer institucional. Todo esto puede ser objeto del propio diálogo académico, pero nunca debe surgir como algo impuesto “desde arriba” o como fruto de convicciones a priori. En el caso de países bajo regímenes autoritarios o dictaduras de tipo religioso, lo que a menudo se practica es la exclusión de hecho de las visiones que son distintas a las impuestas de manera oficial. Por cierto esto no puede ser una universidad, sino un grupo que puede realizar trabajo académico pero siempre con las restricciones de lo que no se debe abordar ni decir. La liberta de pensamiento es un elemento fundamental para el verdadero trabajo académico, y base fundamental para la construcción de un sistema de calidad y efectividad.


Cuando se limitan los alcances de las ideas, y cuando se imponen bordes artificiales por convicciones ideológicas, se deteriora la libertad que necesita el trabajo académico. Hay que evitar que el nuevo mundo de las funas y las fake news, se constituya en un nuevo medio para limitar el verdadero buen hacer académico. No debe permitirse que el espacio universitario sea cedido a la intolerancia y los convencimientos a priori, para que ello sustituya al libre pensamiento en la búsqueda de la mayor relevancia y pertinencia del hacer universitario. La universidad, como dijo Jorge Millas, debe ser ante todo “ámbito propicio para el entendimiento y el saber.”



Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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