La jornada escolar completa que necesitamos

Sr. Director:

Desde 1997, contamos con la jornada escolar completa que, si bien fue una adaptación del modelo español, tenía como propósito desarrollar actividades complementarias, talleres deportivos y artísticos, así como el razonamiento de contenidos. Hoy en día, es evidente que esta jornada está lejos de haber contribuido a la calidad del aprendizaje, tal como la pandemia también lo dejó en claro con respecto al sistema escolar en general.

Junto a esto, el aumento de la inasistencia escolar debería llevarnos a tomar medidas que vayan más allá de las simples inversiones económicas. Debemos cuestionar la calidad de vida que profesores y estudiantes experimentan en un aula en la que el aprendizaje se asocia únicamente con contenidos, y donde no se permite espacio para el juego, el deporte o la exploración de sus habilidades artísticas.

¿Qué sucedería si, además de jugar fútbol en las plazas, los niños y niñas tuvieran la oportunidad de aprenderlo durante la jornada escolar? ¿Quiénes serían nuestros futuros deportistas olímpicos si el aprendizaje se promoviera desde la escuela en lugar de depender de esfuerzos fuera de ella?

Habría más asistencia por parte de los niños y niñas si las actividades artísticas se integrarán en el currículo en lugar de tener que esperar hasta las 16 horas para asistir a un taller extracurricular, ¿serían más felices nuestras infancias y adolescencias? ¿verían el aula como un espacio para expresar la creatividad?

No lo sé, pero de seguro las estrategias de inclusión de las que tanto se habla (y poco se practican) tendrían muestras concretas de que las neurodivergencias en la infancia y adolescencia no impiden la creatividad, la constancia y el logro desde una promoción de habilidades y potencialidades en ámbitos más allá de los curriculares.

Claudia Figueroa León

Docente Escuela de Fonoaudiología UNAB

Magíster en Desarrollo Cognitivo