Recuperar el aplomo republicano

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Luis Riveros (columnista)


Prevalece una enorme desorientación en la ciudadanía, junto con una carencia de liderazgos que muestren un camino para abordar con aplomo republicano la seria crisis institucional que vive Chile. Los partidos políticos y el Congreso Nacional tienen aprobación ciudadana de 2% y 3%, casi el error estadístico de la encuesta CEP. El Presidente cuenta con un disminuido 6% de aprobación a su gestión. Es decir, la proporción de ciudadanía que desaprueba a los políticos y los Poderes del Estado a su cargo supera el 90%, una proporción aplastante que le da la razón a quienes sostienen “que se vayan todos”, opción que sin embargo dejaría al país carente de toda conducción. Los llamados para constituir un gobierno de unidad nacional, fruto de un acuerdo político y con una agenda de dos años, han sido vanos; se persiste en seguir avanzando en medio del caos que promete acentuarse en marzo. Chile se encuentra virtualmente sin gobierno en medio de la ausencia práctica de un Estado de Derecho, mientras el diálogo entre los actores políticos ha pasado a ser casi inexistente, llevando a mayor confusión y desencanto ciudadano, en medio de la crisis económica que avanza en forma indefectible. El acuerdo firmado en pro de la paz ha quedado como una mera declaración, ya que los propios firmantes han ido desconociéndolo producto del cambio de circunstancias y visiones. Pero esto ha significado crear un nuevo factor de inestabilidad, así también dando cabida a una continua violencia que se manifiesta en forma brutal en varias ciudades de Chile, y que, para muchos, hace cuestionar la viabilidad de un proceso constituyente como ha sido planteado.

La encuesta CEP otorga un lugar muy bajo en las opciones ciudadanas respecto al proceso de gestación de una nueva Constitución (décimo primera prioridad). Aquí juega un rol fundamental la existencia de problemas no resueltos con respecto al poder político, especialmente la falta de acuerdo en una hoja de ruta del gobierno y en una conducción solvente del mismo. Se ha sido incapaz de explicar a la ciudadanía los alcances de las objeciones a la Constitución prevaleciente, y poco en verdad se ha dicho respecto de los contenidos que se busca incluir en una nueva Constitución La violencia que prevalece en muchas instancias (incluida, por ejemplo, la “funa” contra parlamentarios debido a su votación en ciertos proyectos) ponen en duda las condiciones adecuadas que prevalecen para un debate tan serio como se requiere respecto del tema de la nueva Constitución. No cabe duda que es necesario que Chile cuente con una nueva Carta Fundamental, en que se incorporen las situaciones nuevas que han surgido en los últimos años, especialmente en el contexto de contar con un nuevo pacto social. Pero este delicado debate no podrá tener lugar en presencia del accionar que hemos presenciado frente a discusiones de rango bastante menos significativo. Para poder garantizar un proceso constituyente ordenado y digno de la trascendental importancia de la tarea, es fundamental que el Parlamento y el Gobierno, aún en el marco de su poca aprobación ciudadana, tengan un acuerdo que implique una hoja de ruta sostenible. Eso sería recuperar el aplomo republicano que se echa de menos en estos días.

Los partidos políticos, aún con el bajo nivel de aprobación con que cuentan, estarán a cargo del proceso Constituyente. Los independientes tendrán que recurrir a las mismas listas partidarias que bien podrían excluirlos, a menos que se esté dispuesto al largo y engorroso proceso de recolección de firmas y pagos notariales. Entonces, la ciudadanía observa que poco cambiará respecto de los actores (partidos y parlamentarios) que actualmente son duramente criticados. Este es una fuente adicional de cuestionamiento al proceso que se debe iniciar. En suma, la clase política necesita lograr un acuerdo para garantizar al país un proceso constituyente ordenado y productivo, lo cual requiere un gobierno con credibilidad, con acción definida en pro del Estado de Derecho y un Parlamento capaz de generar reglas adecuadas a un pronunciamiento que debe contar con la activa presencia de independientes. Sin este aplomo republicano, condición mínima para garantizar estabilidad y seriedad a un proceso que se plantea para los próximos dos o tres años, se vivirá la frustración de un rechazo al mismo, o la marcha de un proceso que decepcionará en su propio curso.


Prof. Luis A. Riveros

europapress