Alfredo Barriga



Alfredo Barriga

En tiempos donde la inteligencia artificial puede anticipar nuestras búsquedas, preferencias, movimientos, incluso nuestros estados de ánimo, la imaginación se vuelve el último bastión no predecible. Es lo que no estaba en el modelo. Lo que contradice el patrón. Lo que rompe el esquema sin pedir permiso.

Existe un entorno que nos acompaña a diario —pero que rara vez vemos.

Nos estamos acercando a un mundo donde los robots asumen lo duro, y los humanos nos concentramos en lo espiritual, creativo y emocional.

En los próximos cuatro años la Inteligencia Artificial va a llegar como un Tsunami. Leí por ello los programas de los tres candidatos que lideran en las encuestas (Jara, Kast y Matthei) para ver qué dicen al respecto. Para Kast y Matthei el resultado es pobre. Para Jara es incompleto.

En 2005, Ray Kurzweil publicó La Singularidad está cerca, una obra emblemática que propuso una idea radical: tanto la biología como la tecnología evolucionan de forma exponencial, no lineal. La diferencia está en el ritmo. La evolución biológica tardó millones de años en revelar su curva exponencial. La tecnología, en cambio, acelera visiblemente en cuestión de décadas. Se aproxima un momento en que la evolución tecnológica superará a la biológica, transformando a la humanidad de forma singular. Ese momento está cerca.

El dilema es complejo. Por un lado, estos sistemas pueden ser profundamente útiles. Para personas mayores, para quienes atraviesan situaciones de aislamiento, para quienes no pueden verbalizar sus emociones fácilmente, la compañía artificial puede aliviar el silencio. Puede contener, puede cuidar, puede ayudar, como Pepper.

Después del lanzamiento de ChatGPT en 2022, la inteligencia artificial generativa (AGI) pasó a ser rápidamente una amenaza existencial para el negocio de buscadores de Google. Ha resultado ser su salvación - al menos en un sentido. Este 2 de septiembre, un juez federal que el año pasado declaró a Google un monopolio ilegal, rechazó una demanda del gobierno para que el buscador fuera separado de la compañía, y le impuso el más suave de los castigos. La razón fue precisamente la inteligencia artificial, que cambió el curso del caso. Y por precisamente la razón expresada arriba: que la IA pone en riesgo el negocio de los buscadores.

La identidad humana, lejos de ser un constructo técnico o una suma de datos biométricos, reclama una lectura más profunda. No responde a un algoritmo ni a un estándar universal: se dibuja en los gestos, en las decisiones, en los vínculos que elegimos sostener.

Hoy existen sistemas que pueden ajustar el ritmo de enseñanza según el estilo cognitivo del estudiante. Plataformas que detectan distracción, fatiga, desinterés.

Lo escribí tiempo récord, gracias al apoyo de una inteligencia artificial (Copilot). En él, he descrito la sociedad que se está fraguando alrededor de esta tecnología. Lo que más me impacta – por lejos – es que solo han pasado casi tres años desde que se lanzara ChatGPT y se escribiera este libro.