Sr. Director,
Termina el semestre y las universidades se vacían. Algunos estudiantes se van con una sonrisa amplia: pasaron todos sus ramos, sienten que avanzan. Otros, en silencio, se enfrentan a una realidad que duele: no lograron aprobar todo.
Para muchos jóvenes, reprobar un ramo no es solo un número en un informe académico. Es una herida emocional, una sensación de fracaso que suele venir acompañada de silencio, decepción o incluso vergüenza. A veces, ni el entorno ni sus propias familias logran contenerlos como quisieran.
Para los docentes también tiene un costo, el peso de ver el esfuerzo hasta último minuto, cuando no alcanzan la nota por un margen estrecho. Y más aún, que pierdan la motivación o la confianza en sí mismos.
Pero también, los docentes saben algo más: reprobar no te define. Es un bache, no un destino. La educación es un camino largo y a veces difícil. Aprender incluye equivocarse, retroceder y volver a intentarlo.
A los estudiantes que hoy se sienten frustrados: no se rindan. Busquen apoyo, conversen, planifiquen. Y a las familias: acompañen sin juzgar. Porque a veces lo que más necesita un estudiante no es una nota, sino saber que no está solo.
Sandra Alcina De Fortoul,
Académica Facultad de Administración y Negocios,
Universidad Autónoma de Chile