El presente año, como pocos en décadas recientes, ha sido una ebullición de situaciones que han afectado a diferentes partes del mundo. A propósito de la globalización e interconexión, los efectos de estos eventos se sienten, con diversa intensidad, pero, casi con seguridad, en la mayor parte de las regiones del globo.
El choque entre Israel e Irán, último conflicto mayor que concita el interés y atención mundial, a pesar era esperable, existía la esperanza que no ocurriera. El alcance de sus consecuencias a nivel mundial es prematuro aventurar, pero que las tendrá, las tendrá.
Este nuevo conflicto se suma a los ya existentes en Oriente Medio y en Eurasia, solo en la mirada desde la perspectiva de aquellos con enfrentamiento armado.
Ahora bien, ampliando esa visión a aquellos que emplean a los otros instrumentos del Poder Nacional, como el económico y/o el diplomático, la lista se extiende. Desde la mirada de los primeros, la fricción económica, podríamos mencionar las sanciones económicas a Rusia por parte de la Unión Europea y diferentes naciones en el mundo con el propósito de que desista de sus acciones en Ucrania; otro podría ser la denominada “guerra de aranceles”, impulsada por los Estados Unidos, fundamentalmente, contra China, pero que ha arrastrado a gran parte del mundo. En el segundo grupo, en aquellos donde destaca el actuar diplomático, se podría mencionar lo que ha intentado hacer China para incorporar Taiwan y, en nuestro continente americano, se podría incluir las desavenencias de EE.UU. con varios países a propósito de los migrantes ilegales.
Es decir, el mundo se mueve con gran rapidez a grandes cambios, tanto desde la perspectiva geopolítica como en el de las relaciones y forma de entenderse entre países debiendo mencionarse el concepto cada vez más repetitivo de la Globalización 2.0 como otro elemento que está incidiendo en éstas.
Es en esa mirada global que nuestro continente Sudamericano pareciera mantenerse al margen, incluso, en algunos aspectos, llevar el tiempo al pasado en algunas décadas.
Pudiera ser que, nuestra lejanía a los grandes centros de poder fuera motivo de esta realidad; sin embargo, algunos indicadores nos muestran que, al parecer, no es el camino más acertado.
Las proyecciones de crecimiento para nuestro sub continente son las más bajas a nivel mundial para las economías en desarrollo, de acuerdo al Fondo Monetario Internacional. Por otro lado, en nuestro continente, el nivel de desigualdad social, medido de acuerdo al coefciente de Gini, se mantiene alto compitiendo solo con África.
La pregunta que cabría hacerse, al igual que en la vieja Roma en la expresión “quo vadis”, “a dónde vas”, hacia donde se dirigen nuestro continente? Pregunta que pareciera válida al ver los cambios se vendrán en el orden mundial y su impacto en los más diversos aspectos sin que en nuestro entorno eso pudiera estar presente.
Sin tener una respuesta clara por cuanto la realidad tanto política, económica y social de nuestro subcontinente parecieran estar desconectadas de ese bullicio mundial, si creo, en particular, nuestro país, debe avanzar hacia aquellos aspectos, principalmente económicos, que generen un factor claramente diferenciador y produzcan un claro despegue de un país productor y exportador de materias primas, a productos elaborados y con valor agregado.
De las muchas alternativas que existen y muchos ámbitos donde se puede encontrar potencial de desarrollo, dada nuestra condición geográfica esencialmente marítima, quiero destacar la industria de construcción de naves. Esta industria tiene la particularidad de incorporar varios elementos que son de interés, a saber, es masiva en mano de obra, pero además permite y exige gran variedad de competencias, desde trabajos como pintura y carpintería hasta integración de sistemas electrónicos complejos. Lo antes mencionado abre la oportunidad para unir entorno a esta actividad no solo a astilleros, sino que también, a empresas de diferentes tamaños y rubros, considerando las naves son pequeñas ciudades que se desplazan por largos periodos de tiempo fuera de sus lugares de origen o puertos base.
Con lo antes expresado creo que nuestro país tiene la capacidad y oportunidad para contribuir a que nuestro continente de un salto y pase a ser un actor en los procesos mundiales, a partir de incorporarse a sistemas productivos de alto nivel.
Leonardo Quijarro S.
Profesor Residente Academia de Guerra Naval
Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)