​Ataque de Israel a Irán: ¿causa o consecuencia?

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Leonardo Quijarro2

El 1 de octubre de 2024, habiéndose completado prácticamente un año del ataque del grupo islámico Hamas contra territorios en el sur de Israel, Irán efectuó un ataque con cerca de 200 misiles balísticos contra el territorio israelí. El motivo argumentado por Irán para esta acción fue en represalia por el asesinato del líder de Hamas, Ismail Haniyeh, en Teherán, lo cual fue atribuido a fuerzas de inteligencia de Israel.


El mundo quedó atónito por la magnitud de la acción militar, acción que en cualquier otra parte habría sido “casus belli”; sin embargo, en Oriente Medio los eventos se miden con una vara diferente. En su oportunidad, el Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, expresó “El régimen iraní no comprende nuestra determinación de defendernos ni de tomar represalias contra nuestros enemigos”. El tiempo transcurrió y no hubo acción en respuesta alguna.


Ayer, Israel efectuó múltiples ataques aéreos contra instalaciones e infraestructura iraní asociada a la producción y enriquecimiento de uranio, además de bases de misiles con capacidad para llevar ojivas nucleares, de acuerdo a lo expresado por el Primer Ministro israelí. Lo anterior con el propósito de neutralizar la capacidad de Irán de continuar con el desarrollo de este tipo de armas, las que Israel indica, amenazan directamente la existencia del Estado. En esta oportunidad el Primer Ministro Netanyahu expreso que las operaciones durarían todo lo necesario para “eliminar la amenaza”.


Ahora bien, esta acción, denominada “ataque preemtivo”, por cuanto buscó neutralizar una amenaza que potencialmente afectaba la existencia misma de Israel, sería una consecuencia de la guerra que mantiene contra Hamas o tiene causas por si sola?


Las acciones ocurridas el año pasado tenían relación entre sí, por cuanto todas estuvieron circunscritas a actores presentes en el conflicto con Hamas, incluyendo Irán, que hasta esa fecha solo había actuado empleando actores de segundo orden, pero que con los dos ataques efectuados el año pasado, pasó a tomar una actitud sin máscaras.


Los eventos, actualmente en desarrollo, tienen un origen diferente, considerando que Israel, hace bastante tiempo, ya había expresado su temor por el avance que estaba alcanzando el programa nuclear iraní. Lo antes mencionado se agravó el día de ayer cuando el Organismo de Energía Atómica de las Naciones Unidas aprobó, por primera vez en 20 años, una resolución en contra de Irán por incumplir sus obligaciones de no proliferación nuclear. En respuesta a la resolución antes mencionada, Irán informó que abrirá una nueva planta de enriquecimiento de uranio y modernizará otra con centrifugadoras de última generación.


En la década de los 90, el politólogo polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinski, en su obra “El gran tablero mundial: La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos” definió a Irán como un “pivote geopolítico”, por su ubicación geográfica y su capacidad para influir en la balanza entre los grandes “jugadores geoestratégicos”.


Al parecer en ese juego del tablero de ajedrez mundial, los grandes actores detrás de este conflicto parecen no haber cambiado.


Poco antes de conocerse la resolución señalada de Naciones Unidas, Rusia se había ofrecido para apoyar a Irán con el retiro del exceso de material nuclear producido por su programa de desarrollo, adoptando una posición “mediadora”, con el propósito de apoyar la búsqueda de un acuerdo entre Estados Unidos e Irán. Respecto de la relación entre Rusia e Irán, es conocido el apoyo que esta última nación ha dado a los rusos en el conflicto contra Ucrania, traspasando armas y munición, a cambio de petróleo y tecnología.


Por otra parte, tampoco es un secreto la cercanía entre EE.UU. e Israel.


Vale decir, pareciera que detrás de estas acciones puntuales lo que hay en realidad, es un nuevo enfrentamiento entre dos actores de primer orden mundial.


La reacción de Irán es noticia en evolución, al igual que lo serán la duración y magnitud de las acciones que ambas partes realicen en el futuro.


Las consecuencias inmediatas de este remezón al gran tablero mundial han sido los mercados, en particular, los precios del petróleo, los que han subido un 7% en solo horas. No se debe perder de vista que, por el Estrecho de Ormuz, circula el 20% de la producción de petróleo a nivel mundial. Para nuestro país y su dependencia de la importación de combustibles no son buenas noticias.


Leonardo Quijarro S.

Profesor Residente Academia de Guerra Naval

Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)

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