​El poder de imponer las reglas

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José Ignacio Camus (5)

El movimiento que hizo Elon Musk sobre OpenAI hace algunas semanas, no sólo fue una jugada maestra en términos estratégicos y legales, sino que también expone un vacío en la gobernanza corporativa que ha pasado desapercibido. Su oferta de 90.000 millones de dólares para adquirir la compañía no buscaba, necesariamente, concretar la compra, sino que redefinir el valor de la empresa detrás de ChatGPT y bloquear su transición a una entidad con fines de lucro bajo sus propios términos.


Pero más allá de la astucia del movimiento, lo que realmente debería preocuparnos es el precedente que esto sienta para la gobernanza de empresas híbridas, aquellas que operan en la frontera entre lo non-profit y lo for-profit. Este tipo de estructuras, que en teoría buscan combinar innovación y acceso a capital privado sin perder su misión original, se han convertido en el blanco perfecto para maniobras de alto nivel como la de Musk.


OpenAI nació como una organización sin fines de lucro con un propósito claro: desarrollar inteligencia artificial de manera ética y en beneficio de la humanidad. Pero la necesidad de financiamiento y escalabilidad llevó a la creación de una estructura con fines de lucro, en la que inversionistas como Microsoft entraron con promesas de control limitado. Este modelo híbrido no es único de la startup. Empresas en sectores como la salud, la educación y la tecnología buscan cada vez más esquemas similares para atraer inversión sin comprometer su propósito original. Sin embargo, lo que Musk ha demostrado es que estas estructuras son altamente vulnerables a interferencias externas.


Al presentar una oferta por 90.000 millones de dólares, Musk le ha impuesto un piso de valoración a OpenAI. Ahora, cualquier intento de la empresa por transferir sus activos a una entidad propia deberá justificar por qué lo haría por menos sin enfrentar demandas por administración desleal. Más que una simple jugada financiera, esta maniobra fuerza a la compañía a operar bajo nuevas condiciones impuestas desde afuera.


Desde el punto de vista legal, Musk no ha cruzado ninguna línea. Hacer una oferta de compra no es ilegal, y en el libre mercado, los actores con suficiente capital pueden influir en el destino de las empresas. Sin embargo, el verdadero problema aquí no es jurídico, sino de gobernanza y confianza. ¿Qué significa para una empresa cuando su valor deja de depender de su propio desempeño y empieza a definirse por movimientos estratégicos de terceros?


Esta situación revela un dilema más profundo. La ética en los negocios no solo trata sobre el cumplimiento de la ley, sino sobre la sostenibilidad de las reglas del juego. Si una empresa puede ser forzada a aceptar una nueva valorización sin tener control sobre el proceso, la estabilidad del mercado queda en entredicho. Musk ha demostrado que el dinero no solo compra compañías, sino que también puede reescribir las condiciones bajo las cuales operan.


El impacto va más allá de OpenAI. Si esta estrategia se normaliza, otras empresas (especialmente aquellas en transición o con modelos innovadores) podrían volverse vulnerables a movimientos similares. La capacidad de mantener autonomía en la toma de decisiones se vería reducida, y cualquier estructura que dependa de valorizaciones dinámicas quedaría expuesta a presiones externas.


Hoy es OpenAI, mañana podría ser cualquier otra compañía. Si el mercado no establece límites claros, Musk habrá demostrado que el verdadero poder en los negocios no está en comprar empresas, sino en moldear las reglas del juego a su favor.


José Ignacio Camus

Co Founder Admiral Compliance

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