El tiempo perdido

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Luis Riveros

Eran otros tiempos aquellos en que las instituciones del Estado se miraban con respeto y sus miembros se hacían verdaderamente acreedores a la condición de figuras públicas. En el Senado de la República, sólo como a modo de ejemplo, existían figuras de gran relevancia, cuyas opiniones era siempre escuchadas y su participación en debates sobre políticas públicas constituían piezas de análisis contundentes, que muchas veces se llevaban a las aulas de enseñanza como testimonio de prestancia republicana. Muchos senadores eran también profesores universitarios, como era el caso de Hermes Ahumada o Humberto Enríquez y no pocos enseñaban en el Instituto Nacional, como era el caso de Patricio Aylwin. A los estudiantes de los cursos del área de ciencias sociales en los colegios, se les llevaba al Senado a escuchar los discursos, de lo cual no sólo se aprendía sobre civismo, sino también sobre el buen uso del lenguaje y la práctica del debate respetuoso. Ciertamente no faltaron en aquel Senado las verdaderas confrontaciones y debates enojosos entre algunos de sus miembros, y a veces hasta tinteros, de esos que se ubicaban en los pupitres, volaron a través de la sala. Tampoco faltó aquel otros Senador que atravesó el salón en actitud amenazante contra otro por una diferencia en posiciones rodeadas de alusiones personales. Pero eso eran excepciones a la regla de una conducta requerida en el contexto de la prestancia y el orden que requería la seriedad de los debates y de las buenas resoluciones en pro del país.


Prevalecía un gran respeto ciudadano hacia las instituciones del Estado y sus miembros. Éstos hacían gala del esfuerzo por ganarse esa credibilidad, acercándose a la gente en el caso de los miembros del parlamento y del gobierno. Y trataban por ello, de mantener a toda costa la consecuencia entre el decir y el actuar. Y esta era una actitud políticamente transversal tal y como el cuidado con las ideas que se expresaban y la calidad de la legislación acometida, por encima de barreras partidistas, aunque sí cuidando mucho los principios en el campo del debate, especialmente en los temas más álgidos. Senadores de todas las vertientes políticas destacaban por su seriedad y consecuencia en los debates, así como la permanente disposición a un diálogo sustantivo basado en ideas y propuestas. Pero, en general, dominaba el diálogo transversal, y los proyectos estaban dominados por la mirada larga y la discusión en los aspectos de fondo, no solamente en torno a los slogans y las generalidades.


Todo esto nos lleva a la reflexión acerca del porqué hemos perdido todo eso hacia un escenario de mediocridad y populismo en que la acción legislativa ha perdido gran parte de esa prestancia republicana que nos destacó en el continente. Todo esto, además, en medio de un proceso de decaimiento generalizado de las instituciones republicanas. En efecto, las encuestas de opinión colocan en el sitial más bajo al parlamento, al poder judicial y al propio gobierno nacional, además de los partidos políticos de todo el espectro. Todo esto tiene por consecuencia el aminorar la credibilidad de propuestas y acuerdos y de restar trascendencia a las discusiones que se emprendan. Hay un factor fundamental para que esto suceda, y se relaciona con la invasiva educación de mala calidad que reciben los chilenos, muchos de los cuales llegan a esferas decisionales de gran relevancia para el país. Y no se trata del número de años cursados ni el cumplimiento de las formalidades que dan a acceso a títulos y grados. Se trata del sensible decaimiento de la formación ciudadana, de la poca apreciación por el tránsito histórico de la república y de la falta de instancias en nuestro sistema escolar para los debates que proporcionen una formación indispensable para el ejercicio democrático. Esto, que viene ocurriendo a lo largo de medio siglo, es el factor que introduce un indetenible deterioro en la política y la acción legislativa. Recuperarlo podrá tomar quizás, con empeño, otro medio siglo. Chile habrá perdido un siglo.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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