Me jubilé a los 65 siguiendo consejo de un compañero de clase que se dedica a gestionar pensiones. Era consciente de que habiendo trabajado en España 12 años me presentaba, no con una laguna previsional, sino con un verdadero océano. Igual, hice mis cálculos considerando una rentabilidad de UF+2 a mis fondos, y la esperanza de edad en Chile.
Obtuve menos de la mitad de lo calculado. Adiós jubilación. La razón era muy sencilla según me explicaron: las tablas actuariales daban como fecha estimada de muerte los 108 años. Hice nuevos cálculos, y los números arrojaron que recuperaba las UF que le pasé a la aseguradora a los 98 años…con cero rentabilidades.
Hace cosa de un par de meses fuimos con mi socio a ver a una empresa de seguros de renta vitalicia y pensiones con una propuesta: usando inteligencia artificial podíamos mejorar la estimación de vida de cada pensionado, con lo cual se podía mejorar la pensión de inmediato, ganando una ventaja competitiva sobre el resto del mercado. Jamás recibimos respuesta. Concluimos que no le interesa, ni a esa empresa ni a la industria.
El caso es que aquí sí que se está abusando de las pensiones. Las AFP, en el rol de “ponerle monedas al chanchito” hace bien su pega. El problema viene después, cuando se trata de repartir las monedas del chanchito como pensión. ¡108 años!
Mi socio ya había hecho el modelo, y efectivamente muchos pensionados se morían antes de lo que indicaban las tablas actuariales. De igual forma que argumentan que no es justo que trabajadores que pagan sus imposiciones financien las pensiones de quienes no lo hacen, tampoco es justo que los pensionados que se mueren antes financien a los que se mueren después. Al fin y al cabo, es capitalización individual, y corresponde por ello pensión individual, acorde con una estimación realista de esperanza de vida individual, uno a uno, y no según una tabla objetiva y general – que por lo general deja a la mayoría muriendo antes de lo que dice la tabla. Según cómo se haya pactado la jubilación, esa diferencia puede quedar en los bolsillos de la aseguradora o la AFP que paga la pensión.
Como no van a adoptar graciosamente la inteligencia artificial y las tablas actuariales son francamente exageradas, no queda más remedio que la vía legislativa. Deberían por ley calcular la esperanza de vida de cada pensionado usando inteligencia artificial, generando datos que son más precisos que las tablas actuariales y representan con mayor fineza la esperanza de vida real de cada pensionado. Eso sí, con este cálculo no queda dinero para los herederos. Pero la idea de la pensión es que le sirva al pensionado.
Si se usa la inteligencia artificial en vez de las tablas actuariales para calcular la esperanza de vida de cada jubilado – y por lo tanto, su jubilación – subirán las pensiones de la mayoría aún sin tocar la actual legislación. Los seis puntos adicionales, bienvenidos sean, pero no resuelven el problema.
Alfredo Barriga
Profesor UDP