Retroceso

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Luis Riveros


Es sorprendente la vigencia de las ideas que don Enrique Mc Iver expresara en el Ateneo de Santiago en 1906 sobre lo que él llamó la crisis moral de la república. Es extraordinario cómo, pese a todos los cambios habidos en nuestra sociedad y su entorno material, permanecen endémicos los problemas morales que actúan como una barrera para construir genuina felicidad ciudadana. En efecto, decía Mc Iver que los chilenos no eramos felices, a pesar del progreso material y aludía a la crisis moral de la república marcada por lo poca eficiencia del servicio público. En ese entonces el problema fundamental de Chile era el analfabetismo, como Darío Salas lo denunciara una década más tarde, lo cual evitaba que el ciudadano se informara debidamente y tomara posiciones sobre la vigente crisis moral. Hoy día, persiste lo mismo, aunque de forma un poco más sofisticada: hemos destruido nuestra educación para edificar una sociedad dominada por el analfabetismo funcional, cuyos efectos son también perniciosos. Más allá, hemos descuidado la educación, especialmente la más elemental que es donde se forman los valores que importan a una sociedad del punto de vista de las reglas sociales y también de la ética que rodea lo individual. Por ello, hemos ido creando una crisis que nos devuelve en el tiempo a más de un siglo, en medio de una total indiferencia por los escándalos y actos de corrupción, enmarcados en la ineficiencia de la justicia y de los servicios públicos.


No deja de sorprender el número importante de autoridades públicas que están hoy sometidas a investigaciones judiciales o han sido, lisa y llanamente, condenadas por delitos que envuelven dineros públicos. Alcaldes, Concejales, Gobernadores y todo un listado de altos funcionarios se constituyen ante la ciudadanía como ejemplos de actos irregulares o, lisa y llanamente, de delitos. Al mismo tiempo, el Poder Judicial es cuestionado abiertamente y se señalan casos que siembran legítima duda en la opinión pública, sumándose a la reiterada acusación de ineficacia frente al necesario debido proceso. La significativa fuga de dineros públicos a través del mecanismo de “Fundaciones” ha envuelto a innumerables autoridades del más alto nivel, pero aún no se encuentra una condena que corresponda a la gravedad del asunto. Casos emblemáticos han sido también lo que han protagonizado grandes consorcios privados por delitos de colusión y que han quedado con castigos leves o han sido sumidos en el olvido. Suma y sigue: está la cadena de malas decisiones o malos negocios, en que algunas empresas públicas están dejando un legado de significativos déficits que se suman a una deuda pública que alcanza magnitudes importantes convirtiéndose en funesto legado para las nuevas generaciones. Todo esto construye un escenario de recelo frente a un mundo político que parece no accionar sino manteniéndose en la discusión de temas poco relevantes para la ciudadanía, y descuidando otros que ameritan urgente resolución y acuerdos, como es el caso de las pensiones y la situación de la salud y la educación. A todo esto, se suma la desconfianza sobre instituciones privadas que se habrían prestado para movilizar dineros de índole político a través de un medio vestido de academia.


A este escenario funesto se une la existencia de una sociedad profundamente afectada por la delincuencia y el narcotráfico, que mantiene a las personas encerradas en sus casas presas de un abierto temor. Diariamente se cuentan las víctimas fatales de enfrentamientos, balaceras, robos y asaltos; por cierto, el Estado no está respondiendo de la manera que se espera para proveer más seguridad a una ciudadanía indefensa. Sumado todo esto está la existencia de severas dificultades económicas en los hogares, acentuadas por el alza en el costo de los servicios básicos, llevando todo ello a una situación de máxima desilusión y acrecentada frustración.


“Los chilenos no somos felices” decía Mc Iver, y a pesar del progreso, de la tecnología avanzada , de la mayor infraestructura disponible esa afirmación parece cobrar todavía vigencia absoluta. Seguimos en una crisis que abarca la ética y la moral, y que se deriva del descuido de la educación y la falta de un consenso a nivel social sobre las normas que no pueden transgredirse y respecto de las prioridades que deben atenderse. Con tristeza se puede comprobar que la sociedad chilena ha retrocedido a la infelicidad, dando espacio al aprovechamiento , al uso inapropiado de instituciones para lucrar y sin preocupación alguna por el ejemplo que dejamos a los jóvenes.  


 Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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