Mantener viva la llama del humanismo

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Luis Riveros

Las raíces del conflicto que sostienen Israel y Palestina tiene complejas raíces que se hunden en la larga historia del oriente medio. Un milenio antes de Cristo, tenía lugar la fundación del reino de Israel, liderado por los reyes David y Salomón, y que por muchos años mantuvo la hegemonía en esa área aunque con límites físicos no definidos exactamente en función de la historia contemporánea. Sucesivamente fue dicho territorio sometido a distintas conquistas, envolviendo también la expulsión de los israelitas desde su antigua instalación territorio. Palestina, que no constituye un Estado universalmente reconocido, ocupó territorios que Israel reclamaba como históricamente suyos. Después de 1948, cuando Israel se instala en sus asumidos territorios históricos por medio de un acuerdo internacional, se desata el conflicto con Palestina, cuya situación actual radica en la llamada “Franja de Gaza”, un territorio en disputa bajo fuerte hegemonía del grupo Hamás, que es un movimiento islámico que tiene como consigna el acabar con el Estado de Israel, y para ello practica acciones de tipo terrorista. La cuestión de fondo es que las reivindicaciones Palestinas no son exactamente las mismas que las del movimiento Hamás, puesto que éste se dirige a una lucha contra occidente, en la pretensión de imponer sus convicciones religiosas. Por eso, el tema Palestino es distinto al de Hamás y de otros grupos que reivindican la violencia en pro de un objetivo territorial pero, más allá, apuntan al combate contra el orden occidental. De hecho, su líder más connotado, Mahmoud Al-Zahar ha afirmado que “el planeta entero estará bajo nuestra ley. No habrá más judíos ni cristianos traidores”.


En el conflicto Israel-Palestina han fallado históricamente los organismos multinacionales. Por un lado, porque no se ha logrado acuerdo respecto del control de los grupos terroristas amparados en reivindicaciones asociadas al pueblo Palestino. Por otro lado, porque no se ha abordado con claridad el tema de fondo: la necesidad de un Estado Palestino con fronteras bien delimitadas que pongan fin a las disputas y escaramuzas que llevan ya bastante tiempo, y han arrebatado muchas vidas. Sin ninguna duda, las acciones recientes del grupo Hamás son repudiables por su concepción extremista, como por su ejecución sangrienta y sin miramientos en pro de la dignidad humana y el diálogo. Por el contrario, ha insistido en su reivindicación fundamentalista: imponer su dogma religioso a todo el mundo, y utilizar para ello la fuerza que fuere necesaria. Pero esto no debe confundirse con la ambición de Palestina, en torno a constituir un Estado reconocido y capaz de dialogar en esa condición con el resto del mundo. Palestina no trata de llevar una visión religiosa como respaldo y objetivo de su accionar, distinguiéndose así de otros Estados en el área que imponen forzadamente sus convicciones religiosas al resto. Ya lo dijo Albert Pike hace mucho tiempo atrás, cuando aseguró que la Tercera Guerra Mundial será fomentada por los líderes del mundo islámico, llevando a una seria y frontal lucha contra occidente y sus convicciones cristianas.


Todas estas consideraciones no pueden dejar de lado la condena más firme contra las acciones terroristas que el mundo ha conocido por parte de Hamás. No se trata de una guerra, como han destacado sus líderes, puesto que se ha victimizado a población inocente, incluyendo jóvenes y niños, muchos de los cuales han sido asesinados y otros permanecen como prisioneros. A esta población civil atacada cobardemente se unen muchas mujeres y padres de familia, víctimas también de una acción terrorista incalificable. Como un trágico contrasentido, el ataque se perpetró sobre los participantes en un Festival de Música por la paz, brindando muchos de ellos sus vidas a causa de un fanatismo lejano de comprender la paz como esencia de la vida en sociedad, producto de una ceguera religiosa ideologizada. Las represalias serán brutales, tal y como se ha anunciado, lo cual levantará más dolor en la convulsionada área de Gaza y seguirá proyectando el conflicto en terrenos que resulta difícil adelantar.


Todos los países occidentales han dado a conocer su protesta por la acción de Hamás, y expresado también su dolor por las víctimas inocentes que han caído producto del terrorismo. Esto no puede relativizarse, menos aún confundiendo la causa en pro de un Estado Palestino con las acciones terroristas del fundamentalismo islámico. El respeto por la vida en una concepción humanista es la base vital que debería distinguir al género humano como una especie efectivamente superior.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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