Un Chile con pocas opciones

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Luis Riveros

Nuestro país está sufriendo una delicada situación en materia económica. La consideración de esta realidad debe ir más allá de las miradas partidistas, de los anclajes políticos y de las interpretaciones intencionadas. Se trata de un serio problema nacional en vistas a nuestra estabilidad y perspectivas de recuperar un liderazgo regional que hemos perdido en materia económica y financiera. De hecho, Chile es hoy una excepción en el continente, pero ahora no en cuanto a destacar por sus logros sino con respecto a mostrar pobres tasas de crecimiento y reducida capacidad para atraer inversión. El producto viene cayendo durante los pasados 10 meses, y se estima ya un crecimiento negativo para este 2023, junto a una expansión poco significativa para el 2024. Las consecuencias se reflejan en mayor desempleo, cuya magnitud empieza a acercarse de manera muy amenazante al 10% de la fuerza de trabajo. En realidad, si a esta cifra de desempleo abierto, se suma la correspondiente a los inactivos que manifiestan su deseo de trabajar, y que se constituyen en desempleados desalentados, la tasa de desocupación llegaría a casi el doble. Esto tiene un efecto en los salarios reales, pero también en los ingresos del trabajo de miles de trabajadores por cuenta propia. Además, se proyecta un crecimiento negativo de la inversión para este año 2023, y perspectivas llenas de incertidumbre para el año venidero, especialmente en sectores como la construcción y el comercio. La situación de varias empresas públicas, CODELCO en forma notoria, es muy preocupante por la acumulación de deuda y el déficit operacional que las inhabilita para aportar de modo relevante al presupuesto público. En medio de un marco internacional poco favorable, nada hay que permita avizorar una mejora en nuestras condiciones económicas presentes.


O sea, lo descrito es un problema para el país, y no solamente para el gobierno el cual debe esgrimir políticas adecuadas para sortear las amenazas que el panorama económico representa. Tales políticas frente a la situación existente, no pueden consistir en aumento de los impuestos, además de las medidas ya adoptadas en torno al crecimiento del salario mínimo y reducción de la jornada laboral. Las medianas y pequeñas empresas están sintiendo el impacto de estas medidas que se suman al efecto de las condiciones macroeconómicas vigentes, y contribuyen así al estancamiento económico que observamos. La política pública debe elaborar una estrategia para enfrentar el momento que vivimos. El aumento propuesto para el presupuesto público de 3.5%, contrasta severamente con la caída del PIB de este año y la modesta expansión que se espera para el próximo. Complejo panorama, que requerirá mucho talento político y firme apoyo técnico. Pero además, requerirá despejar con solvencia las acusaciones sobre fraudes cometidos en el uso de los recursos públicos a través del traspasos a entidades privadas que empañan la gestión. Esto hoy constituye una nube de incertidumbre que se suma a las condiciones económicas que estamos observando.


Comentario aparte merece el importante tema de los recursos que se consultan para educación. Sabemos que la educación pública pasa por momentos dramáticos respecto de su organización y resultados, a pesar de constituir ella un instrumento vital para el Estado en su afán de construir mayor igualdad de condiciones. Se ha consultado la cifra de $30 mil millones para atender estas prioridades (Plan de Reactivación Educativa), siendo el respectivo anuncio formulado con mucho énfasis. Sin embargo, hay que hacer notar que esta cantidad, que se hace lucir tan elevada, no parece superior a la que envuelven las acusaciones del llamado “caso fundaciones”; si ese dinero fuese devuelto, podríamos elevar al doble la asignación formulada para nuestra educación. Pero, visto de otra manera, los recursos consultados equivalen a menos de $900 mensuales por estudiante, una magnitud exigua que levanta preguntas acerca de qué “recuperación” se puede efectivamente lograr con eso, además de ser un esmirriado mea culpa nacional sobre el abandono en que hemos tenido a la educación pública por años.


Nuestro corto plazo está muy complicado por la situación económica prevaleciente y que necesitamos mejorar en forma sustantiva. En eso no es la mejor estrategia el adquirir mayor deuda pública para sustentar un nivel de gasto que luce desproporcionado y que se planea expandir más allá de crecimiento del PIB para el próximo año. Lo más grave, sin embargo, es que siga atendiendo de manera insuficiente e inadecuada a la educación pública, que debiera ser la base para mejorar la productividad y la distribución del ingreso. Todo lo demás, podrán ser discursos muy atractivos, pero en los hechos estamos condenando a la educación que reciben los más pobres a seguir siendo una instancia de muy segunda calidad, incapaz de lograr la movilidad social que anhelamos. Pocas opciones tiene Chile para sortear la actual crisis económica con una mirada optimista al largo plazo.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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