La piedra de Puerto Natales

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Christian Lomakin


Hace algunos años, me toco conocer el problema de la Piedra de Puerto Natales. La segunda ciudad de la  región de Magallanes, ha tenido una historia de desamparo y pobreza, hasta que en los últimos años prosperó, gracias a su proximidad con las Torres del Paine. En los viejos tiempos, su población emigraba  a Argentina, que entonces, brindaba mejores oportunidades de trabajo. A partir de los años noventa, y gracias a que la economía chilena se incorporó en los circuitos de turismo global, la atracción ecológica, le brindó a Natales, una oportunidad especial. Se convirtió en puerto ancla de todos aquéllos que buscaban hacer turismo de aventura, en la Patagonia chilena.


Los recursos turísticos siempre abundaron en Natales. Frente al poblado se extiende el magnífico Seno de Última Esperanza, uno de los lugares, desde el punto de vista natural, más impresionantes del mundo.  Lleno de  entradas de mar, animales acuáticos, peces y pájaros migratorios.  También de montañas  y ventisqueros colgantes. Pero, solo un par de embajadores acreditados en Chile, visitaron estos parajes cuando visité en 1972, por primera vez. Natales aun no conocía el boom de turismo que vino después.

La entrada masiva de cruceros,  que llegan, a partir de los noventa,  al Estrecho de Magallanes, alimentan expectativas de desarrollo al pequeño poblado de 40 mil habitantes. Son miles de turistas diarios que  pueden  visitar las Torres en buses, una alternativa que no tienen desde Punta Arenas.


Pero, la entrada al Seno, tiene una roca  peligrosa que debía ser dinamitada para que la navegación se pueda realizar. La detonación, tenía que ser discutida ante varias autoridades, algunas ubicadas  a tres mil kilómetros, y que no tenía mayor interés. Los años pasaron, y nunca se hizo. Puerto Natales sigue esperando esos dólares que habrían potenciado  su desarrollo turístico.



La Roca es un ejemplo de como el centralismo, y el extraño habito de multiplicar autoridades, mata las micro decisiones que impactan en la asignación de recursos. No hay que ir demasiado lejos para encontrar más ejemplos. La epidemia de delincuencia, que ataca a las ciudades de Chile tiene que ver, antes que nada, con un déficit de vigilancia y de dotación policial. Los recursos no están en manos de quienes sufren el problema: los vecinos, y  los municipios. Están en manos del gobierno central, que no actúa con la rapidez necesaria. El centralismo chileno, es ineficiente, y es injusto. Es la cuna institucional, de la verdadera desigualdad.


europapress