Fake Citizens

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Luis Riveros

Nuestra sociedad está siendo dominada por la falta de credibilidad de autoridades e instituciones. Esto no es bueno para la democracia, ni es un sustento adecuado para el país que se quiere construir, en la misma medida en que las nuevas generaciones van aprendiendo de los “haceres y decires” de la generación que le antecede. Y es que en el mundo mediático en que vivimos, cada palabra, cada acción, cada idea, que provenga de personas notorias, en la opinión de la gente, surge como “noticia” y se apodera de las redes sociales y de los medios de comunicación. Hay poca capacidad periodística para filtrar o adentrarse un poco más en las manifestaciones superficiales que muchas veces dan connotación a la aparición de opiniones. Un caso que adquiere niveles de dramatismo es el que ha caracterizado a la grave ola de incendios forestales que afecta al país. Existen múltiples evidencias sobre el origen intencional de muchos de los incendios, como es la propia secuencia física de los mismos, la especie de “ordenamiento” espacial que se muestra han adquirido sus orígenes y desarrollos. Además, hay una declaración de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) que se atribuye estos actos como parte de su manifestación contra lo que consideran la ocupación de “su” territorio. A pesar de todo esto, y sin mayor evidencia a favor de su hipótesis, un ministro de Estado descartó de manera categórica, la existencia de tal origen en los siniestros que nos han afectado, y manifestó su convicción de que el cambio climático era el responsable del drama vivido. Sugirió que todo lo argumentado en contra de esta particular visión, constituiría una “fake news”, artilugio muy abusado cuando se quiere desechar sin mayor argumentación una cierta teoría. Desde este punto de vista serían también “fake news” el hallazgo de numerosos bidones con acelerantes en medio de un bosque y la existencia de un territorio aparentemente protegido que no ha sido víctima del fuego. Incluso el grupo de personas que estaban realizando un asado en pleno bosque con un bidón conteniendo bencina, sería una noticia falsa.


Del punto de vista del oficialismo, que ha conocido de estos hechos y sabe perfectamente el perjuicio que ello causa porque “nadie cree nada”, se ha sostenido que es necesaria una cierta censura sobre las noticias falsas. Esto fue exactamente lo mismo que ocurría en los regímenes socialistas de tipo soviético, en que prevalecía una fuerte censura garantizada por la propiedad política de los medios de comunicación. Seguramente no se quiere llegar a esos extremos, sino que se menciona la posibilidad de crear un sistema de “filtro” para tales noticias e interpretaciones. Seguramente, el problema no será el filtro, sino más bien el “filtrador”, es decir el aparato que se precisaría para ejercer efectivamente tal tipo de control. Difícil tarea por dos razones: la incompatibilidad de un tal sistema con la democracia, que por otro lado, pretendemos seguir como forma de vida social. Pero además porque ello implicaría un tal rezago en las noticias que sería incompatible con el actual mundo de información en el que nos desarrollamos. Por lo demás, y dado que la gran mayoría de las informaciones circulan a través de las llamadas redes sociales, no es tampoco claro cómo se ejercería el control censitario en este aspecto. Norcorea ha “solucionado” este problema, simplemente por medio de la prohibición del internet.


Es cierto que la noticias alarmistas o simples especulaciones causan un daño social, y es aprovechado por muchos que así construyen su liderazgo de opinión. Pero la censura no es un camino viable ni deseable. Posiblemente una adecuada solución es mejorar la educación ciudadana, para que sean las personas quienes puedan discriminar adecuadamente entre distintas interpretaciones sobre fenómenos vigentes y puedan también desechar las noticias falsas, que se aprovechan de la ignorancia. Claro que no es esto algo que se pueda logran en un espacio acotado de tiempo. Requiere de toda una reingeniería de nuestra educación, esa que no ha sido acometida bajo distintas excusas por todos los gobiernos recientes. Una reingeniería de nuestra educación que va más allá de declaraciones, anuncios pomposos, o empeños políticos acotados al corto plazo. Una reingeniería que, como en los tiempos fundacionales de la república, se creía el fundamento para que ciudadanos bien educados se convirtieran en ciudadanos defensores de la libertad, el libre pensamiento y la buena información. La idea es no contar con “fake citizens” seguidores de las “fake news”.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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