Vidrios rotos

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Luis Riveros

En 1969 el profesor Philip Lombardo de la Universidad de Stanford llevó a cabo un notable experimento en el campo de la psicología social. Al efecto, dejó dos automóviles abandonados en dos sectores muy distintos de USA; uno en la costa Oeste (barrio del Bronx en N. York) y otro en la costa Oeste (Palo Alto, California). El sector elegido en N. York era un barrio muy pobre y peligroso, mientras que el correspondiente en la costa Oeste era uno de los sectores más acomodados y seguros del país. El resultado fue que en un breve lapso de tiempo el automóvil dejado en N. York había sido totalmente vandalizado y comercializadas sus partes, mientras que el automóvil abandonado en Palo Alto se conservaba intacto, sin que nada de su integridad fuera siquiera tocado. Entonces, la conclusión obvia era que la pobreza es la causa fundamental del delito.


Sin embargo, el profesor Lombardo, como un buen investigador, fue un poco más allá con su experimento. Una vez constatada la diferencia entre los sectores en que se llevaba a cabo el experimento, dio instrucciones para que, en el automóvil que permanecía intacto en Palo Alto, se destruyera uno de sus vidrios. El resultado que sorprendió a muchos, fue que este segundo automóvil, intocado hasta entonces, fue también vandalizado y robada muchas de sus piezas. La conclusión que propuso Lombardo es que el problema que explica el vandalismo y el delito no es la pobreza, sino que tiene que ver con el comportamiento humano y las relaciones sociales. Es decir, un ambiente de deterioro y despreocupación rompe los códigos de convivencia, y proporciona señales de ausencia de normas y de conductas éticas apropiadas. Esta situación auspicia el delito, el cual es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores; y esto no necesariamente se vincula de manera directa con pobreza. La implicancia es que, cuando no se castigan delitos tan simples como ensuciar las calles, rayar los muros, no respetar las mínimas normas de convivencia o las leyes de tránsito, esto llevará a faltas mayores. Asimismo, los espacios citadinos que abandonan las personas por razones de seguridad e higiene, son sectores que serán próximamente ocupados por pandillas y vagabundos. Esto conduce al deterioro progresivo de la ciudad y la pérdida de calidad de vida. Esta es la llamada “teoría de los vidrios rotos”.


Entonces aquí hay una evidencia científica que respalda la necesidad de políticas públicas activas para defender el orden y la adecuada convivencia en barrios y ciudades. Se ha destacado, por ejemplo, la gran diferencia que existe entre Buenos Aires y Santiago, en que la primera ciudad tiene ausencia de vandalismo y afeamiento de sus parques y muros, contrariamente a lo que observamos en el caso de Santiago, prácticamente abandonado por parte de políticas eficaces contra el crimen, el desorden, el vandalismo, la trasgresión a la ley y el afeamiento sistemático de la ciudad. A este respecto es pertinente señalar que el Alcalde Giuliani en Nueva York, llevó a cabo una política de tolerancia cero contra el delito y el desorden, lo cual no consistió necesariamente en el puro uso de la fuerza pública, sino en la disposición de distintos mecanismos para desarrollar comunidades limpias y evitar transgresiones a la ley. Así también el Metro de N. York fue trasformado en un medio limpio y agradable, a pesar de la crítica situación que vivía del punto de vista de seguridad y su evidente deterioro.


En días pasados el Gobernador de nuestra Región Metropolitana llamó a que todos los carabineros estén en la calle, para así controlar el preocupante clima delictual y de convivencia que nos afecta. La cuestión es qué harán todos ellos en la calle si es que no tienen los instrumentos para generar una distinta y mejor convivencia. Y la cuestión es cómo ello se vincularía con la permisividad de autoridades municipales que, por razones populistas, han llevado a una situación caótica de insostenible ocupación y deterioro de calles y plazas. Más allá de las acciones policiales propiamente tal, y que “desocupan” territorio apoderado por comerciantes ilegales y delincuentes, quienes vuelven dentro de poco a repetir la misma situación original, es necesario un plan de acción que genere comunidades limpias y respetuosas de la ley.



Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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