El día después

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Luis riveros

Estamos en presencia de un Chile profundamente escindido en facciones de opinión, marcado además por inusitada violencia, tanto verbal como física, y severamente tensionado por la disyuntiva respecto del proyecto de nueva Constitución.  Se suponía que tal proyecto constituiría una fórmula para encontrar la paz que necesitaba el país en el camino a normalizar su funcionamiento después de las protestas iniciadas el año 2019. Los políticos gestores y firmantes de tal acuerdo hoy disimulan sus posiciones ante el desgraciado resultado de que la división del país parece ser aún más profunda, mientras que la violencia no sólo no ha desaparecido o aminorado, sino que se ha acentuado de manera dramática.  Todos los días tenemos noticias de enfrentamientos, agresiones, discursos violentos y hasta demostraciones de inusitada degradación moral, todo ello en el contexto de favorecer ciertas opciones frente al plebiscito.   El proyecto de Constitución ha fallado como una forma de construir acuerdo de país, para cimentar la paz social y así garantizar estabilidad y progreso.   Sencillamente se constituye en un fracaso para los políticos que gestaron esta forma de enfrentar la inquietud ciudadana y de darle forma constructiva a través de una nueva Constitución que representara la unidad nacional.  Los hechos ahora prueban que existe una aún mayor desunión entre los chilenos, que la pasión ha sustituido a la razón y que la violencia se va poco a poco transformando en el lenguaje para expresar posiciones en la forma más destructiva posible. 


No sabemos que evaluación hacen de todo esto los políticos y partidos que suscribieron el acuerdo por la paz.   Todo parece indicar que estamos ante un fracaso estrepitoso de la estrategia ideada para producir encuentro, encauzar debidamente el diálogo en torno a una mirada constructiva hacia el futuro.  Nada de eso se hizo realidad: primó la intolerancia y se generó una Constitución partisana, con miradas parciales y excluyentes sobre temas esenciales.  El resultado es que de aprobarse, se hará con una diferencia pequeña sobre la opción de rechazo.  También, de triunfar el rechazo, esto parece ser se producirá con una diferencia escasa respecto de la otra opción.  Por ello todos esperan reacciones en términos de denuncias sobre el desarrollo y resultados del acto plebiscitario.  Con eso se creará aún mayor división y se generará una situación muy difícil del punto de vista del orden público y la seguridad ciudadana.  Ya estamos presenciando los actos que dan forma a este tipo de acciones que se mezclan con aquellas propias del terrorismo y del existente caos institucional.  La ciudadanía se siente atemorizada ante este desafortunado escenario y no encuentra el respaldo a sus inquietudes ni en la política ni en las autoridades de los poderes del Estado.   En medio, además, de una arremetida en la criminalidad y la delincuencia común, no hay nada que pueda convencer y dar seguridades a una ciudadanía que está dispuesta a defenderse a como dé lugar.


Un escenario peligroso y lleno de incertidumbre es el que se enfrentará “el día después” de conocidos los resultados del plebiscito.  El gobierno se ha jugado por una de las opciones planteadas, y ciertamente es grave que apareciera “derrotado” si la opción triunfadora es distinta a la que ha defendido.  Y si es ganadora su posición, entonces es igualmente malo que el gobierno aparezca encabezando un triunfo de una parte del país por sobre otra.  La pregunta es cómo el gobierno, cabeza del Estado chileno, conducirá pasos ciertos en la búsqueda de una reconciliación necesaria para el país. Esto no estará exento de las problemáticas asociadas al control policial y a una efectiva prosecución de los delitos.  Esta tarea será particularmente difícil si el proyecto es rechazado, y se necesitará propuestas viables y sostenibles para abordar el tema necesario de reforma constitucional o, como de hecho se plantea, de preparación de un nuevo proyecto.   Es una lástima que los actores políticos, entiéndase como representantes y partidos, no tengan credibilidad suficiente para que este proceso de reencuentro y de replanteamiento del tema constitucional se produzca con sentido de país, de efectivo reencuentro y de discusión prospectiva sobre el futuro que se ansía para la Patria.  La autoridad del Estado, desde el gobierno y el parlamento, debe dar señales sólidas y consistentes para trazar un camino de estabilidad, de solidez de las instituciones, y del sentimiento de encuentro entre los chilenos. 



Prof. Luis A Riveros


europapress