La verdadera libertad

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Luis Riveros

Siempre se ha afirmado que la libertad de opinión es algo inherente a las democracias, donde las diferencias se deben dar en torno a ideas y no en base a la persecución o silenciamiento de las opiniones o información que no sean del gusto de una autoridad. La búsqueda de la verdad debe transformarse en un objetivo de los medios de comunicación, así como también de las instituciones educacionales. Todos sabemos que la realidad es compleja y puede estar sometida a distintas interpretaciones en el afán de buscar una explicación y preservar para ello la mayor objetividad. En las comunicaciones el problema es complejo, puesto que siempre existirán distintas lecturas de los hechos acaecidos, pero debe siempre prevalecer la verdad como objetivo del que informa. Lo otro, la visión intencionadamente parcial o la distorsión informativa, conducen a males sociales, al desprestigio del comunicador o simplemente a una insolvencia moral de la sociedad. Cuando se ha dicho que la labor del periodista es servir a una causa determinada, no necesariamente a la verdad comunicativa, se genera un daño a la credibilidad del profesional, por otro lado tan bien representado por verdaderos servidores públicos en materia de difundir la mejor convicción a cerca de los hechos y su verdad.

Y no es una materia que tenga que ver sólo con nuestro pasado previo a la era digital. Es cierto que en ésta la información es instantánea y acude por medio de fuentes y expresiones diversas a los usuarios, quienes pueden explorar las distintas versiones para construir su propia verdad. Cuestión que puede ser muy convincente como proceso ontológico, pero que se contrapone con dos males también desarrollados en la misma línea. Por un lado, la abundancia de fake news, que distorsionan intencionadamente la búsqueda de una verdad construida sobre hechos, y por otro la existencia de medidas que restringen la información intencionadamente, en búsqueda de un cierto retorno político. Como sea, hay amenazas vigentes sobre la libertad para informar y tener acceso a descripción adecuada de los hechos verdaderos, y también a interpretaciones sobre los mismos basadas en una actitud de tolerancia frente a ideas diversas sobre los mismos hechos que están siendo interpretados. Naturalmente, estas distorsiones que se encaminan por la vía de tolerar la desinformación, de utilizar los datos o hechos para ponerlos en contextos de utilización indebida, chocan frontalmente con la necesidad de una verdadera sociedad de la información y de una adecuada formación del comunicador.

Los hechos recientes en Rusia constituyen un ejemplo, y ponen sobre alerta respecto de los obstáculos que pueden crearse en torno a la libertad para informar. Se ha obligado a los medios de comunicación a no hablar de invasión del territorio de Ucrania, sino solamente de una “operación especial”, un eufemismo indisimulado con el propósito de ocultar la debida información bajo el expediente de “país en guerra”. Se ha utilizado este tipo de control en muchas oportunidades en la historia, pero resulta hoy mucho más contradictorio con la existencia de información que llega por todos los medios a una ciudadanía desconcertada. El próximo paso podrá ser la prohibición del internet, para evitar la incómoda exposición a visiones distintas de los hechos que acaecen Esto es también contradictorio cuando la formación del comunicador ha evolucionado de modo de poder consolidar su independencia basada en un alto estándar profesional y disponibilidad de avanzada tecnología..

Pero también existe la amenaza, a veces velada, contra opiniones que pueden diferir de aquellas que sustenta una autoridad. En ese sentido ha llamado la atención, por ejemplo, la descalificación que ha sufrido el rector Carlos Peña debido a que sus opiniones no son compartidas por las nuevas autoridades. Este atisbo de censura no es conveniente en un país que necesita ver madurar a su democracia y consolidar el espíritu de tolerancia y respeto que debe primar en el mundo de las ideas, particularmente cuando éstas vienen de la academia. La verdadera libertad viene junto con una buena educación ciudadana y con la posibilidad de construir un ambiente de tolerancia para las opiniones que cada cual pueda tener sobre la realidad que se vive.



Prof. Luis A. Riveros 

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