​Género

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Javier Fuenzalida


¿Qué sentido tiene esta categoría?

De acuerdo con la biblia, el ser humano adquirió dos formas distintas, hombre y mujer, cada uno con características y atributos biológicos bien diferenciados, en particular, la diferenciación sexual.

Al ser expulsados del paraíso, Dios le dijo a Adán, comerás el pan con el sudor de tu frente y a Eva, parirás con dolor, con lo que quedó definitivamente una diferenciación entre ambos que han sido difíciles de minimizar en miles de años. El hombre como proveedor del sustento, la mujer del cuidado de la familia. El levítico, su segundo libro del pentateuco, estableció una discriminación más acentuada aún. El hombre como un ser sano, procreador, su semen lleva la semilla de un futuro ser y que, funcionalmente biológico, periódicamente expulsa una parte mediante la eyaculación nocturna. La mujer, por su parte, produce periódicamente óvulos que los espermatozoides fecundarán y que darán origen a un futuro nuevo ser humano. Los óvulos maduros no fecundados, son expulsados periódicamente, la menstruación, que va acompañada de sangramiento.

El levítico definió este último proceso como algo sucio. La mujer pasó a ser inmunda y condenada a ser discriminada (Levítico 12 y 15). No podía entrar a un templo durante su período menstrual, no podía ser sacerdote ni consagrar, no podía cantar en el coro de una iglesia, no podía hacer muchas otras cosas por su inmundicia. En cambio, el proceso biológico de la eyaculación nocturna fue casi virtuoso. El hombre limpio.

Así, en todas las civilizaciones humanas esta diferencia se han mantenido, aun cuando algunas lograron romper la barrera discriminatoria: reinas como Cleopatra, Leonor de Aquitania, Isabel de castilla, Isabel I de Inglaterra, Catalina de Medici, otras como sabias como Madame Cury, líderes políticos como Indira Ghandi y Golda Meier, etc.

Poco a poco las civilizaciones fueron levantando los vetos a las prohibiciones bíblicas contra las mujeres. En Chile, en 1886 se recibió de médico la primera doctora Eloísa Díaz. Cincuenta años más tardes, en 1934, se le otorgó el derecho a voto en las elecciones municipales y el voto en todas las demás en 1949. Adriana Olguín fue la primera mujer ministra en 1953, María de la Cruz, la primera mujer parlamentaria pero que, a los pocos meses, fue expulsada por sus pares masculinos acusada de negocios sucios con Perón, como si sus acusadores fueran ejemplo de honradez. Se distinguieron, no sin dificultades, en la cultura Gabriela Mistral, Flora Guerra en la música, Rebeca Matte y Marta Colvin en la escultura, Amanda Labarca en la educación, Anita Lizana y Marlene Arhens y en el deporte. Finalmente, Michelle Bachelet dos veces presidente de la república. Así y poco a poco fue adquiriendo un rol igual al de los hombres en todas las actividades.

Pero, al mismo tiempo había otro tipo de discriminaciones condenatorias: la homosexualidad, el lesbianismo y la transexualidad. A todos nos enseñaron que eran mentes pervertidas y degeneradas.

Hace tan solo unos pocos años que la ciencia descubrió que esa contradicción sexual es producto de un error genético y no una perversidad. Durante el periodo de gestación del futuro ser, comienzan a formarse primero los órganos del cuerpo humano y luego el cerebro. El mundo y los seres humanos somos imperfectos y se da el caso que el cerebro adquiera características diferentes al sexo biológico y que da origen al homosexualismo y al lesbianismo.

Es por ello que en los últimos años quienes cargan con esta anomalía genética han dejado de ser objeto de discriminaciones, burlas, bromas, chistes ni ser socialmente condenados.

De igual forma, el matrimonio está en un proceso de redefinición, al menos en Chile. El objeto o fin del matrimonio no es solo la procreación y continuación de la especie humana, por lo que es admisible una unión jurídica por personas del mismo sexo. La ley 18802 de 1989 eliminó la incapacidad relativa de la mujer casada y en 1994 la ley 19335 creó el régimen de participación en los gananciales. En 2015 se dictó la ley 20830 de Acuerdo de Unión Civil que permite a dos personas de igual o diferente sexo compartir un hogar, el patrimonio y una vida en común. Actualmente se discute en el congreso la ley de matrimonio igualitario con lo que definitivamente se elimina la diferenciación sexual como condición esencial.

La sociedad es lenta en su evolución y el paso siguiente que corresponde es desterrar la discriminación por sexo en la vida social. Las leyes debieran modificarse, entre otros cambios, el registro civil debiera eliminar la clasificación de sexo en la identificación de las personas. Ya no tiene sentido porque ya no hay ninguna actividad que esté reservada para unos u otros, salvo la procreación.

Aún persisten discriminaciones en el mercado laboral en cuanto a funciones y remuneraciones, pero que lentamente van desapareciendo. Cuando ingrese a la universidad en mi curso éramos 120 y había dos mujeres. En los últimos cursos que dicté he tenido algunos con mayoría femenina, no habiendo ninguna diferenciación en cuanto al rendimiento de los alumnos.

Ya no será necesarias hablar de todas, todos y, todes.

Los credos religiosos deberán admitir en su ministerio a cualquier ser humanos. La mujer ya no será inmunda como el levítico la definió. El concilio Vaticano II tímidamente admitió a la mujer en el diaconado, pero mantuvo el veto al sacerdocio femenino. ¿Habrá que esperar otro concilio que aun no se vislumbra?

Es hora de hacer las correcciones del caso en nuestra legislación y en los principios teológicos de los credos.


Javier Fuenzalida A.

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